Dos hechos insólitos
Puede parecer una coincidencia insólita que Thomas Boban, el tenista con más aces de la historia, al que todos recordamos por una última volea en la final de Roland Garros de 1999 con la que reventó el ojo de un espectador, tuviera la mala suerte de volver a dejar tuerto a otro aficionado en la final de Wimbledon de 2009, justamente en una bola de partido que le hubiera permitido coronarse con aquel mágico trofeo cuya inscripción reza: «The All England Lawn Tennis Club Single Handed Championship of the World». Pero quizá el carácter insólito del acontecimiento deja de ser tal si tenemos en cuenta que también a su gran rival, conocido por sus demoledores reveses, Berco Blurt, le ocurrió lo mismo, reventando un ojo en el Open de Australia y años después otro en el us Open, aunque con la singularidad de que en este caso ambos ojos pertenecían al mismo aficionado, presente en ambos partidos. Si el croata dejó tuertos a dos espectadores, a uno del ojo derecho y a otro del izquierdo, el estadounidense hizo lo propio con dos ojos del mismo individuo. En ambos casos no se trata de nada más que un par de cuencas oculares reventadas. Matemáticamente, pues, no hay ninguna diferencia entre ambas acciones. Pero cualquier aficionado puede reconocer en la acción de Berco Blurt algún tipo de superioridad, y de ello fue consciente el propio Thomas Boban, que en una de sus últimas entrevistas, antes de retirarse, un poco desalentado, vino a reconocer la supremacía de su rival «en todos los campos».
Miniadivinaciones
Cada época de la historia ha contado con sus propios métodos de adivinación. Los movimientos del aire, los dibujos de la harina, el vino, los espejos, las piedras preciosas, el vuelo de las aves, las entrañas humanas, incluso las ondas concéntricas producidas por un guijarro arrojado al agua… hoy en día es infrecuente encontrar a alguien que todavía confíe en artes tan rudimentarias. Ahora bien, que la credibilidad de los sistemas tradicionales se haya visto erosionada no significa que también haya decaído la esperanza de poder anticiparse al futuro, o que esta actividad sea más propia de mentalidades de otro tiempo. Al contrario: ocurre simplemente que la adivinación del futuro se ha desplazado a otro medio más contemporáneo y, hay que reconocerlo, con un porcentaje de acierto incomparablemente superior: hablamos, claro, del Súper Algoritmo (sa). Paradójicamente, quizá el éxito de este método frente a los anteriores estriba en lo humilde de sus ambiciones. Lejos de informarnos sobre futuros amores o nuestras carreras profesionales, como hacían los tarotistas, el sa se limita a averiguar para nosotros cosas tan simples como qué película nos gustará ver a continuación, qué libro podría entusiasmarnos, qué animal de compañía nos haría más felices o qué artículo de prensa haremos bien en leer porque hay garantías plenas de que lo disfrutaremos: lo suyo son, como vemos, miniadivinaciones. Por supuesto, hay otra diferencia de calado, y es que si aquellos métodos primitivos presuponían que el futuro estaba escrito y que para conocerlo uno había de descifrar sus signos, el sa no va tan lejos y considera el futuro un campo abierto de posibilidades. Ahora bien, y he aquí su principal descubrimiento, que el futuro no esté escrito no obsta para que, en base a una serie de variables –inabarcables para la mente humana, sí, pero fácilmente manejables para el sa–, sea posible predecirlo. Ahora que lo pienso, nada obsta para que las ambiciones del sa crezcan en el futuro, y llegue a conocernos mejor de lo que nosotros nos conocemos. ¿Qué le impide, en efecto, mediante un simple aumento de las variables que tiene en cuenta, adivinar también el porvenir de nuestro matrimonio o si tendremos éxito profesional? ¿O informarnos de cuántas probabilidades hay de que suframos un accidente de coche o tengamos una muerte violenta? No hace falta ser un genio para saber que por ahí irán los tiros: crecerán tanto las variables que maneja el saque al final toda nuestra vida, por compleja que nos parezca, presentará la misma dificultad que una vulgar miniadivinación.
Ecuación 3
D rompe de la noche a la mañana con E, quien, a pesar de las múltiples señales de advertencia recibidas en los últimos meses, no ha sido capaz de prever la ruptura, lo de siempre. Desde entonces, E no levanta cabeza ni personal ni profesionalmente, y se convierte en un trapo humano y en lo que viene siendo un infraser (∄) que no para de rebozarse en su propio dolor, lo de siempre. La cuestión es que las miserables excusas con las que D ha justificado la ruptura han surtido efecto y provocado que ∄ piense que todo es culpa suya y que empiece a tener fantasías suicidas, por ejemplo la de ingerir una tabletas de tranquilizantes y aparecer muerta en el baño (∄x0), lo de siempre. Por supuesto, en la mente de ∄ tales fantasías acaban siempre con un arrepentimiento total por parte de D, que en esetrágico momento comprende lo imbécil que ha sido («¡oh, qué imbécil he sido!»), y que ∄era el amor de su vida («¡era el amor de mi vida!»), lo de siempre. Pero la realidad es bien distinta como demuestra que en estos momentos D, lejos de mostrarse arrepentido, se siente aliviado ya que por fin puede iniciar una relación con I, del grupo de amigas de ∄, con la que en los últimos meses había intercambiado algunos mensajes y fotos comprometidas, lo de siempre. ∄, cuyo carácter depresivo se había mantenido latente hasta ahora, empieza a llamar a D obsesivamente, mandándole angustiosos audios en los que describe el pésimo estado de ánimo en que se encuentra, y también rogándole que vuelva con ella a cualquier precio, no importa qué condiciones ponga, lo de siempre. Pero D no solo hace caso omiso de su propuesta, sino que, además, agobiado ante tanta llamada, deja incluso de coger el teléfono provocando con ello que el sentimiento de abandono de ∄ se vea multiplicado hasta niveles cósmicos, lo de siempre. A raíz de ello, ∄ cae en una espiral autodestructiva de la que no es capaz de salir sola y comienza a llamar a su círculo de amigas insistentemente, las cuales acuerdan volcarse totalmente en ella, verse con más frecuencia, apoyarla en este momento tan complicado de su vida, lo de siempre. Paradójicamente, entre esas amistades incluye a I, quien tiene claroque es una mala idea convertirse en la confidente de ∄, pues sentiría que la está traicionando por segunda vez, pero aun así acaba atendiendo todas sus llamadas, básicamente por un incómodo sentimiento de culpa, lo de siempre. I, de hecho, por una rara lealtad hacia ∄, decide no contarle a D que pasa las tardes colgada al teléfono, ni que empieza a sospechar que es un capullo, lo de siempre. Al final, como era previsible, ∄ se vuelve adicta a su propio dolor, del que no para de hablar, del que en realidad no desea escapar, entre otras cosas porque siente que el sufrimiento es lo único que le queda de D y que superarlo sería superar al propio D, lo que no desea hacer bajo ningún concepto, lo de siempre. Pasado un tiempo, sus conversaciones al teléfono se vuelven insoportables, obsesivas, reiterativas, lo cual aleja a todas sus amistades, cada vez más creativas en sus excusas, pues ya no aguantan más el tono lastimoso y autoconmiserativo de ∄, lo de siempre. El comportamiento de ∄ no aleja, sin embargo, a I, que muestra una paciencia sobrenatural con ella, y que al final resulta ser la única persona capaz de servirle de ayuda, o sea de animarle a salir adelante y espantar de su mente cualquier fantasía suicida, y a la que paradójicamente, en cierto modo, aunque nunca llega a agradecérselo, termina debiendo su dolor y su vida, lo de siempre.
Ecuación 5
KI es amigo de K2 que a su vez es amigo de K3. En realidad, KI encuentra irritante a K2 y hace tiempo que desea poner fin a su relación de amistad, pero no lo hace porque K2, como se ha dicho, es a su vez amigo de K3, y bajo ningún concepto K1 quiere perder el contacto con este último, por quien siente verdadero interés. Por supuesto, para salvar el escollo de K2, cuya conversación resulta inaguantable, K1 ha intentado varias veces quedar con K3 a solas, pero en las pocas ocasiones en que se lo ha propuesto le ha parecido notar que sus llamadas no eran bien recibidas, de modo que hace tiempo que ha aceptado la odiosa presencia de K2 como precio a pagar por la acariciada presencia de K3. Este, por su parte, hace tiempo que considera a K1 un gilipollas, y la única razón por la que admite verse con él es que K2 es amigo suyo. Por supuesto, preferiría quedar con este último a solas, sin tener que pasar por el trámite de tener que reír las gracias a K1, que no para de tratar de captar su atención a base de bromas de mal gusto, pero no hay manera: las ocasiones en que ha propuesto disimuladamente a K2 quedar los dos solos, este ha contestado dando largas, lo cual ha empujado a K3 a considerar al petardo de K1 como condición sine qua non para verse con K2. En cuanto a este, su situación no es menos incómoda que la de los anteriores, pues detesta abiertamente a K3, y no tiene empacho en mostrarle su desprecio, pero al mismo tiempo experimenta una verdadera debilidad por K1, y si acepta quedar con aquel es solo para conseguir verse con este, todo lo cual dibuja, al menos para nosotros, un mapa de amistades complicado, pero curiosamente invertible, pues al enunciado «K1 es amigo de K2 que es amigo de K3» perfectamente se le puede dar la vuelta y exponer como «K1 es enemigo de K2 que es enemigo de K3».
Javier Echalecu (Madrid, 1981) es escritor, traductor y administrador civil del Estado. Actualmente trabaja en el Ministerio de Cultura. Es autor de Lo malo de una isla desierta (Pre-Textos, 2021) y Sin noticias del mundo animal (Mrs. Danvers, 2025). Algunos de sus relatos han aparecido en las antologías Segunda parábola de los talentos (Gens Editorial, 2011) y Tres rosas amarillas 01 (en la editorial homónima, 2011). Del italiano ha cotraducido, entre otros libros: La vida fácil. Silabario, de Alda Merini (Trama Editorial, 2017); De profundis, de Salvatore Satta (La Umbría y la Solana, 2019) y La tribu Einaudi de Ernesto Ferrero (Trama Editorial, 2020).
De
sus cuentos se ha escrito: «relatos muy elocuentes, intrigantes y divertidos
que nos transportan muy lejos en la imaginación» (L. Satorras, Babelia);«como
rocas, como gemas inatacables y brillantes, los cuentos de Javier Echalecu
tienen unas paredes transparentes que dejan ver su interior, y en su interior
las extrañas situaciones en las que se debaten unas criaturas parecidas a las
apresadas en las cuentas de ámbar» (Enrique Andrés Ruiz, Nueva tribuna); «una
forma de hacer cuentos que toma lo mejor de ciertos maestros contemporáneos»
(M. Candeira, Revista Cultural Turia).
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