Tener un padre en la luna

Los astronautas, Laura Ferrero

Alfaguara, 2024

pp. 337

 

A pesar de que en la contraportada de este libro se insiste en que Los astronautas es una novela, una ficción que se construye a partir del descubrimiento de una fotografía desconocida hasta entonces por la autora, para quien escribe esta reseña, el hermoso libro de Laura Ferrero es una exploración autobiográfica sobre la identidad, una investigación que busca encontrar la de una joven en la que está despertando el deseo de ser madre.

Tal y como sucede con la obra de Jeanette Winterson, Para qué quieres ser feliz si puedes ser normal, o de A. M. Homes, La hija de la amante, donde ambas autoras investigan en sus respectivos orígenes enfrentándose a la opacidad de las madres, a los efectos del paso del tiempo y a la dificultad de apresar la historia misma, Laura Ferrero emprende aquí una búsqueda arriesgada contra el esfuerzo de la familia materna por ocultar un hecho fundante en su biografía: la separación de sus padres cuando ella tiene año y medio, el desprecio de su abuelo hacia su progenitor, y el posterior empeño de la madre por sustituir al padre biológico por su nuevo compañero sentimental, al que la niña debe llamar papá.

Nombrar la realidad no basta para transformarla. Sin embargo, la niña aprende también ese truco apotropaico e inventa que las ausencias de su padre tienen que ver con que trabaja en la NASA. La imaginación al rescate, la fuerza creativa como paliativo, amuleto mágico contra el dolor de la ausencia y de la diferencia con los compañeros de clase. Quería un padre y, por tanto, tenía que inventármelo (p.31), escribe.

El título apunta a esta invención, y Ferrero establece hermosos paralelismos entre los viajes a la Luna y la escritura, entre mirar desde fuera nuestro planeta y desdoblarse para dar cuenta de la propia vida desde un exterior construido para mitigar el dolor. Pero, quizás, el viaje hacia dentro de la autora sea más temerario que el viaje espacial, pues la enfrenta al recuerdo de su propia indefensión de niña ante la falta de palabras de los adultos que la rodean.

La soledad del astronauta, las consecuencias en los hombres que realizaron un viaje que nadie había emprendido antes de aquel julio de 1969; la soledad de la niña que come pelo, que tiene un breve episodio de anorexia, que se adapta a lo que los otros quieren de ella por amor a una madre, único punto de referencia fijo en su vida; una madre que ha hecho de la negación su principal mecanismo de defensa –evasiva siempre que la hija escritora le pregunta, y de un padre que no puede captar los tonos afectivos del lenguaje, alexitímico, pragmático, incapaz de expresar sus emociones y percibir las de su hija. Unos modelos que dejan su huella en una hija sensible que escribe, Si me embargaba cualquier emoción que fuera intensa, no tardaba en encontrar la estrategia para aplacarla. Pero no eran elaboradas, sino que surgían de una parte llena de oscuridad y silencio y me hacían pensar en un reflejo aprendido del que es imposible escapar (p.119).

Laura Ferrero explora, interroga a los miembros de la familia que se dejan interrogar, y recibe a menudo por respuesta frases hechas con las que los humanos cerramos y pretendemos dar un sentido pueril y simple a lo que no logramos comprender del todo. Sin embargo, A mí nadie me preguntó qué pensaba (p. 129)

Si algo se desprende de este magnífico libro es la vulnerabilidad, el desamparo y la soledad de su protagonista. El lector queda conmovido por la valentía de esta exploración que desciende hacia el fondo poco a poco, sirviéndose de recursos narrativos como pertinentes alusiones literarias y cinematográficas, el paralelismo con los viajes espaciales o las vidas de los astronautas, así como del alivio que puede aportar las neurociencias; pausas todas que permiten al lector, y sospecho que a la autora, relajar la tensión y tomar aire. Laura Ferrero busca una explicación convincente sobre el comportamiento de su padre hasta que llega, de manera dolorosa y acertada, a su propia relación con su madre; una mujer marcada por otra ausencia, la de su primer amor, Tomás, que también borrará de su vida muy pronto, usando ese mecanismo de supervivencia que la marcó: la evitación del dolor, el borrado de la memoria, la construcción de una historia indestructible que la salva y la protege. Pero, ¿y a la niña?

Hay un episodio oscuro y violento en la vida de la niña, una agresión que desencadenó un cambio radical en su conducta, un episodio que la escritora intenta recuperar pero que se le resiste porque nadie quiso hablar después de él. Pues la madre, Pensó que si lograba que su hija olvidara, como ella, quizás podría ser otra vez una niña, aunque fuera un niña enfadada […] la estrategia fue olvidar (p. 311). Un misterio donde se apoya también la autora para crear una nueva tensión narrativa.

Mirar el pasado para construir un futuro donde intentar que no se repitan los errores, como el que desea la autora para su futura familia: la única familia que está ahora en mis manos, que ha estado siempre en mis manos, es esto tan pequeño que vi ayer en una ecografía (p. 336).

Los astronautas es también la crónica de una separación, pero no solo la de la pareja que fueron los padres de la autora, sino de esta con su propia madre, con la herencia recibida, con los modos de abordar el dolor, y Laura Ferrero la lleva a cabo regalando a los lectores un ejercicio literario de altísima calidad, honesto y emocionante, que merece la pena abordar.