TILLIE OLSEN: SILENCIOS (Isabel Cienfuegos, Paco Paños)
Iniciamos esta sección de la revista: «Punto de lectura» con el intercambio de impresiones críticas entre Isabel Cienfuegos y Paco Paños, dos lectores muy atentos, acerca del libro de Tillie Olsen (EE.UU., 1912-2007), Silencios (Editorial Las Afueras, 2022), con textos de la autora de 1965, 1972 y 1978, traducidos por Blanca Gago y con un extenso prólogo de Marta Sanz.
LA OBRA
Tillie Olsen aborda en su libro los silencios asociados a la creación literaria, que analiza desde muy diferentes puntos de vista, según sus causas: el silencio de años antes de escribir y/o publicar; el silencio de lo que no llega a escribirse; el que sucede tras el éxito de una primera obra o, al contrario, por recibir una mala acogida; por la imposibilidad de dedicar a la escritura un tiempo que se necesita para trabajar y ganarse la vida; por la prohibición de un voto religioso; por la negativa de los editores a publicar la obra; por la censura política, religiosa, incluso la autocensura; por motivos privados no esclarecidos; por agotamiento de la creatividad; por perfeccionismo. O incluso debido a que los autores fueron silenciados físicamente.
La autora
reflexiona de modo particular sobre los silencios de las mujeres. Desde luego,
descarta motivos biológicos, puesto que, indica Isabel Cienfuegos, hay datos acerca de la aportación cultural de la
mujer ya durante la Prehistoria
(Véase: Zaslavsky: https://mujeresconciencia.com/2019/08/07/la-conjetura-zaslavsky-y-si-los-primeros-matematicos-fueron-mujeres/).
Desgrana entonces
toda una serie de causas del pasado que explicarían el silencio literario de
las mujeres: su exclusión civil que las aparta de una multiplicada de
experiencias y las reduce al aislamiento y a la limitación a la esfera privada;
la exigencia sobre ellas de agradar, de cuidarse al detalle, su aspiración
prioritaria a «ser
amadas»; la falta de
estímulos para la creación propia; la baja autoestima, ya endémica del género
femenino, que refuerza el retraimiento a la hora de escribir o abrirse paso en
el oficio; la exclusión religiosa; la violencia; el temor infundido en ella a
la violación, a su exposición a la lucha competitiva, a envejecer; su infantilización,
la trivialización de lo femenino; la asunción de un rol de disponibilidad en
detrimento del desarrollo de su propia vida; su exclusión del mundo laboral
remunerado o su dedicación a empleos con sueldos menores, fraccionados en
cuanto al tiempo o que con mucha frecuencia se ven obligadas a interrumpir. La
condición de la mujer, además, ha propiciado en ellas los vicios propios de «esclavos»: el disimulo, la
adulación, la manipulación y la calma. Asimismo observa
que la mayoría de las que lograron escribir en el siglo XIX no se casaron, y
las que lo hicieron, ya en el siglo el XX, debieron renunciar a la maternidad,
salvo que gozaran de una buena posición social y económica. Unas terribles
palabras de Silvia Plath, que cita, lo muestran: «la
perfección es terrible, no puede tener hijos. Fría como el aliento de la nieve
lamina el útero». Por
todo ello, la mujer ha renunciado a la escritura o a posponerla. Y, nos dice,
estos problemas
no pertenecen al pasado,
siguen influyendo hoy.
No olvida el silencio forzado de los más
pobres cuya única obra posible queda reducida a la invención de nanas, chistes
o refranes.
¿Qué resulta imprescindible para poder
escribir?, se pregunta: Y contesta con el ejemplo de autores muy reconocidos:
un trabajo continuado y amoroso como el de una madre (Balzac, Dickinson); el aislamiento
y la posibilidad de soledad ilimitada (Rilke); el apoyo familiar que se ocupe
de la intendencia (Conrad).
Finalmente relata su lucha personal por
escribir. La enorme dificultad de hacerlo siendo madre y viéndose obligada a
realizar trabajos que ocupaban la mayor parte de las horas. Menciona sus
abandonos de la escritura y cómo pudo ser rescatada de ellos en dos ocasiones, gracias
a la concesión de becas. «Malo es lo que distrae», era una consigna
grabada a fuego. Realiza un sentido alegato: Deberíamos aspirar a la «llama
sobre la llama»,
a disponer de suficiente tiempo, de la posibilidad de entregarnos a la
escritura deseada, a poder «mantener las
capacidades intactas para poder afrontar los incesantes comienzos de esta
espantosa tarea».
Y finaliza haciendo votos porque así sea y acaben todos esos
silencios forzados, y con el lamento de la imposible recuperación de lo que
nunca llegó a ser escrito.
CONVERSACIÓN:
Paco Paños: Yo destacaría las motivaciones de Tillie Olsen para escribir su libro, basado en una investigación no académica realizada con vistas a una conferencia que pronunció en 1962 (cuando la autora contaba cincuenta años de edad). «Los silencios a los que aquí me refiero son forzados: La frustración antinatural de aquello que lucha por nacer, y no puede». Su rastreo en la historia de la literatura se refuerza porque, como declara, «yo misma he llegado casi a enmudecer, y he tenido que dejar morir la escritura que llevaba dentro una y otra vez». Por ello, se pregunta: «¿Qué ocurre con el creador y el proceso creativo en ese tiempo? ¿Cuáles deben ser las necesidades creativas para funcionar a pleno rendimiento?».
Qué
pertinente es que se publiquen libros como Silencios
de Tillie Olsen, qué necesario que se nos siga recordando, una y otra vez, que
la historia de la literatura (de todo el arte en general), está plagada de
silencios. Hoy, cuando parece que ya está todo logrado y que cada día se
rescatan textos olvidados, desaparecidos, recluidos, silenciados, sigue siendo
fundamental ese recordatorio. Queda mucho por hacer, nombres por rescatar,
libros por publicar y, sobre todo, estudios e investigaciones que ahonden en
las razones, en las culpas y que iluminen esas obras que han permanecido en la
oscuridad, ocultadas, silenciadas.
Isabel Cienfuegos:
La clasificación de los silencios de Olsen me gusta. Tiene reiteraciones y
vueltas, pero es bastante exhaustiva, vale para reflexionar y nos enseña algunos de los «silencios»
que no conocíamos o sobre los que no habíamos pensado lo suficiente.
Una observación: se citan solo autores
anglosajones. Estamos acostumbrados. Y no digamos ya la falta de autoras no
anglosajonas. Eso sí que es ya un silencio clamoroso. ¿Habría en ellas
silencios distintos o más profundos? Hay que investigarlo.
Paco Paños: Me interesa esta reflexión
de Olsen: «Pienso en
aquellos escritores cuya clase, sexo y color aún quedan en los márgenes de la
literatura, para quienes el hallazgo de la voz literaria supone un logro
extenuante contra todo tipo de complejas probabilidades». Es valiosa
la proliferación de
nombres que ejemplifican sus tesis. Un arduo trabajo de lecturas, investigación
y recopilación de textos y citas, que los lectores y las lectoras de hoy
agradecemos pues nos da contexto para comprender aquello que, de alguna manera,
ya intuíamos.
Isabel Cienfuegos: es imposible no estar de
acuerdo con Tillie Olsen, y yo destacaría, muy especialmente, su reflexión
sobre el silenciamiento sufrido por las mujeres. Aunque manifiesta que ella no puede, con sus medios, hacer una
investigación exacta, cita algunas cifras; desde luego, las mujeres que logran
un puesto en la literatura son siempre minoría. Recientemente Carmen Peire
publicó un artículo donde revisaba algo similar en la actualidad, y se observan
pocos cambios en las dificultades que tenemos las escritoras: https://www.infolibre.es/cultura/los-diablos-azules/pasa-mujeres-literatura-pierden-cuota-publicacion-son-legion-indutria-lectoras_1_1734199.html.
Por mi parte, aportaría que la escasa
presencia de mujeres en la escritura se debe no solo a la falta de tiempo para
escribir, sino también el que implica la promoción del libro y, en muchos
casos, las previas falta de convicción de que se tiene algo que
decir y la voluntad de hacerlo. Ocurre que los varones
se reafirman con su desempeño literario (Olsen reproduce una significativa cita
de Norman Mailer: «Para ser escritor, lo
único que se necesita son huevos»); en cambio, cuando una mujer se
autoafirma más allá de un estrecho límite, su «cotización erótica» baja, por lo que,
en especial durante su juventud, se ve impelida a moderar su impulso, eligiendo
temas, situaciones, entornos etc. que lo minimicen, lo que perjudica toda
posible obra. Ilustrativo de ello es la referencia que hace Olsen de Anaïs Nin,
quien dice irónicamente: «tengo
que proteger a los hombres, no deseo brillar más que ellos».
Muchas
de estas limitaciones, aunque más disimuladas siguen operando en lo social, y
en lo trasmitido por la educación; a pesar de los importantes avances del feminismo que nos ha
abierto a muchas experiencias y profesiones antes vedadas para nosotras.
A mi vez, yo también podría contar mi
enloquecida y agotadora historia intentando escribir al mismo tiempo que
ejercía la medicina y era madre. No hablemos ya de publicar, tarea que exige
tanta o más dedicación.
Paco Paños: Ciertamente, los problemas que plantea Olsen
permanecen. Los
daños causados son difíciles de reparar y perduran aún hoy, más de 50 años
después de ser pronunciada esta conferencia. El canon literario sigue siendo,
esencialmente masculino. Aunque cada vez menos, hay una cierta resistencia, un
recelo masculino a la presencia de cada vez más libros escritos por mujeres en
las mesas de novedades. Qué cansado estoy de que cada vez que una escritora consiga
un reconocimiento surja alguien, normalmente hombre, que cuestione la validez
de la obra; que se diga que las escritoras asisten a la competencia literaria
dopadas; que se cuestione un premio literario por el simple hecho de que los
cinco libros finalistas están firmados por mujeres.
Un ejemplo de las dificultades que, todavía hoy, arrostran las escritoras. Este año se ha celebrado en Murcia el Primer Festival Feminista de Literatura. DEMOLEER, 2024. Un festival que ha desbordado todas las expectativas de las organizadoras, con todos los actos con el aforo completo y muchísima gente sin poder entrar. En él, diez autoras han podido hablar de libros, de literatura, de cómo ser escritora, de los problemas que han tenido que superar, tanto personales como sociales para llegar a serlo. Un festival que, a pesar de que probablemente se convierta en el acontecimiento literario más importante de este año en mi ciudad, sin embargo, no ha contado con ninguna ayuda oficial y ha estado a punto de ser cancelado solamente por llamarse «feminista». En este punto estamos todavía en 2024 a pesar de lo avanzado; por eso es tan importante la publicación y la lectura de Silencios, de Tillie Olsen.
Isabel Cienfuegos: Estoy de acuerdo, el libro continúa aún vigente, sus puntos de vista, aunque
algo moderados por el avance del feminismo, casi se podrían suscribir tal cual.
Las mujeres hemos mejorado en autoconfianza y presencia en muchos medios, antes
vetados a las mujeres. También tenemos más modelos a seguir, apoyo social,
mínima apertura del canon, colaboración alrededor (algunas) para
desarrollarnos. Pero la evidencia, de que la brecha es amplia y continúa, está
en los números, y los motivos han cambiado poco. La necesidad de seguir
trabajando para terminar con esta diferencia injustificable, es obvia.
Y
un apunte más. Esos silencios no se dan únicamente en el ambiente literario.
Hay silencios clamorosos de todos los tipos citados en la investigación y en la
ciencia. Se da incluso la destrucción de lo que logró emerger o empezaba a
hacerlo: trabajos robados, pirateo de técnicas, papers de investigación,
cuya publicación se bloquea, para clonar el experimento en otro lugar y
publicarlo con otro nombre. Sé, por ejemplo, de animales de experimentación que
mueren «misteriosamente»
cuando un investigador poco sumiso estaba a punto de obtener resultados, e
impiden que se logren ya nunca. Equipos de investigación cuyas líneas de
trabajo, a veces muy importantes, se abortan por recortes en la financiación
que se deciden quién sabe cómo. Por supuesto en todas estas situaciones, las
mujeres salen siempre, siempre, peor paradas. Esto no minimiza el dolor por los
silencios en la literatura y todos los agónicos esfuerzos para obviarlos, pero
lo pone en contexto. En un contexto socioeconómico más amplio, donde nuestro
dolor de creadores encuentra almas gemelas igualmente doloridas. Y quizá es ahí
donde hay que buscar causas comunes.
Isabel Cienfuegos ha nacido y vive en Madrid donde ha compartido la dedicación a la literatura con el ejercicio de la medicina. Sus cuentos se han publicado en antologías como Por favor, sea breve y Por favor sea breve 2 (Páginas de Espuma 2001 y 2009), Las más Extrañas Historias de Amor (Reino de Cordelia 2018), Los pescadores de perlas (Editorial Montesinos 2019) y Si cerca hubiese un mar (Editorial las Lolas). También ha publicado y en revistas nacionales e internacionales: Magyar Napló (Hungría 2009), Luvina (Universidad de Guadalajara México 2011 y 2014), Conexos (2013), Scholars Commons, Revista Surco Sur (Universidad de Florida 2014) y Litoral (2017), Quimera (2019), International Poetry Review (2021) y Mirlo (2023). Ganadora del V Concurso de Microrrelato del Bistró, de la Librería Central de Madrid (2016), y segundo premio en el I Certamen de Relato Breve de la Fundación Fomento Hispania (2017). Cofundadora de la asociación de escritoras e ilustradoras (AMEIS), pertenece también a su junta directiva y ha sido coeditora de la antología de relatos Esas que también soy yo (Editorial Ménades 2019), promovida por dicha asociación. Es autora de los libros de relatos Mañana los amores serán rocas (Editorial Cuadernos del Vigía 2012) y Puntos de luz en la noche (Editorial Ménades 2019, finalista del premio Setenil al mejor libro de cuentos de ese año).
Paco Paños García: Murcia 1956, jubilado. Ha publicado reseñas sobre libros (sólo de los que le gustan) en varios medios de comunicación como: Diario La Opinión de Murcia, diario.es, o la revista literaria El Coloquio de los Perros. En la actualidad, ejerce de lector, prácticamente a tiempo completo.
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