Tras este insólito arranque inicial, comienza propiamente la película con una inscripción: “Dove va l´umanità?, con respuesta incluida: “Boh!”, expresión que en italiano informal viene a significar “ni idea”. Más abajo, otro rótulo aclara que la frase es el extracto de una entrevista que le hizo el periodista estadounidense Edgard Snow a Mao Tse-Tung. Está claro que se trata de una broma. No parece creíble que el dogmático líder chino fuera capaz de admitir la menor duda acerca de esta pregunta ni de, probablemente, ninguna otra.
Hay que decir que Uccellacci e Uccellini (Pajaritos y pajarracos) es una historia cómica de carácter popular y trasfondo filosófico que nos sitúa en un mundo entre real y ficticio, con animales que hablan y un padre y un hijo transitando por un camino lleno de obstáculos. Un relato poco convencional en el que la pareja Totó-Ninetto emprende un viaje sin destino. Sus peripecias están acompañadas por una música que determina el tono emocional de la película. Una música escrita por un Ennnio Morricone cuarentón que poco antes había firmado las partituras de La muerte tenía un precio y Por un puñado de dólares, ambas de Sergio Leone.
Mi país se llama ideología
A comienzos de los años 60, cuando la humanidad sintió por primera vez el escalofrío de una posible guerra nuclear, el sociólogo norteamericano Daniel Bell publicó un libro que influyó en el pensamiento de sus contemporáneos. Se titulaba El fin de las ideologías y planteaba el agotamiento de las dos grandes corrientes de pensamiento (liberalismo y comunismo) en la sociedad norteamericana; una sociedad que había alcanzado un alto nivel de prosperidad y consumo de bienes. Según este importante profesor, los movimientos sindicalistas de EE.UU. habían integrado la visión capitalista y sus luchas estaban dirigidas casi exclusivamente a conseguir el bienestar de los trabajadores, actitud que terminaba generando un sentimiento conservador e, inevitablemente, un cambio en los valores.
Para entonces Pasolini es ya un incómodo agitador que ve con desprecio cómo el Partido Comunista Italiano pierde su carácter popular y pasa a estar dirigido por burgueses que terminarán proponiendo un comunismo domesticado. A finales de esa década llamará “hijos de papá” a los jóvenes que, en mayo de 1968, se sublevaban en París e “hijos de los pobres” a los policías que los reprimían. Para Pasolini está claro que el consumismo (que compara con un nuevo fascismo) está corroyendo como un cáncer las antiguas ideas, transformando profundamente a los jóvenes y usurpando su alma.
El hecho es que un poco antes, a finales de los años 50 del siglo XX, la Italia de postguerra había comenzado a cambiar, algo que advirtió el cineasta antes que otros muchos. El director italiano presintió que esta deriva, de acuerdo con su ideario marxista heterodoxo, significaba el final de las ideologías. Así es que en la constatación de este cambio de paradigma parecía estar en sintonía con Daniel Bell.
Uccellacci e uccellini servirá a Pasolini para poner de manifiesto su desvinculación con el marxismo ortodoxo y el carpetazo al cine neorrealista, al que homenajea con esta historia protagonizada, paradójicamente, por dos humildes e inocentes héroes neorrealistas. Este quinto largometraje de ficción del director italiano es una fábula política que toma como punto de partida la historia de un padre (Totó) y su hijo (Ninetto) deambulando por los alrededores de Roma con el fin de cobrar una deuda y librarse de otra. En su camino encontrarán a un cuervo marxista que representa simbólicamente el comunismo partisano en decadencia. El cuervo se presenta con una enigmática frase, a la que responde Totó con otra cargada de ironía:
- Vengo de lejos. Mi país se llama Ideología. Vivo en la Capital, la ciudad del futuro. Calle Carlos Marx, número setenta veces siete. Mis padres son el Sr. Temor y la Sra. Conciencia.
- Y nosotros vivimos en el Burgo de la Inmundicia, calle Muertos de hambre.
Las frases más sustanciosas de la película las pronuncia este cuervo sabio. Quizás la principal de todas sea ésta: “Los profesores están hechos para comérselos con salsa picante [...] El caso es que, quien los coma y los digiera, también se convierte un poco en profesor”. Con ella Pasolini parece justificar su confianza en un futuro en el que las viejas ideologías se reencarnarán en las nuevas generaciones. Por cierto, y en referencia al acto de comerse al cuervo, ¿alguien no ve en esta cita una referencia directa a la comunión de los católicos?
Sí, ideología; esa es la palabra clave en este película. También lo fue en la agitada biografía de Pasolini, figura indispensable del cine italiano, y mundial, del siglo XX. Sus películas, muchas de las cuales desataron enormes polémicas, son un reflejo de su compleja personalidad y de un pensamiento político radical que es posible vislumbrar a través de un pequeño ramillete de frases lapidarias del propio director (El abecedario de Pier Paolo Pasolini, Revue Ballast, 3 de mayo de 2020).
Solo el comunismo es capaz de
proporcionar una nueva verdadera cultura
[...] Mientras el hombre explote al hombre, mientras la humanidad se divida
en amos y esclavos, no habrá́ ni orden ni paz.
La sociedad siempre ha considerado a la mujer como a un ser inferior. Su función social está ligada al nacimiento: tener hijos. [...] ¿Pero qué sucede con el homosexual socialmente improductivo? Su suerte es aún peor que la de la mujer.
Los pocos hombres que han forjado la Historia son aquellos que han dicho no y no los cortesanos ni los lacayos de los cardenales.
Alimento un odio visceral, irreductible, hacia la burguesía [...] El burgués es un vampiro, no está en paz mientras no haya mordido el cuello de su victima por puro placer...
La Iglesia solo puede estar del lado del poder; la Iglesia solo puede aceptar las reglas autoritarias y oficiales de la sociedad.
Expulsado del centro de las ciudades, encontré́ consuelo en las periferias.
A estas alturas supongo que quienes no dominen el italiano se habrán preguntado y cuál es el significado exacto de “uccellacci” y “uccellini”, y de su carga simbólica en el contexto del film. Al respecto hay que decir que la traducción del título en español es adecuada. En inglés prefirieron titularla The Hawks and the Sparrows (Los halcones y los gorriones). En cuanto al simbolismo, los pajarracos (uccellacci) aparecen identificados con los poderosos, mientras que los pajarillos (uccellini) lo son con los más humildes.
Los ingredientes de la banda sonora
Morricone confiesa que, antes de conocer personalmente a Pasolini, tenía ciertos prejuicios, debido a la imagen que los periódicos daban de él: “Le acusaban de sucesos sórdidos, verdaderas patrañas [...] Cuando le conocí, lo que me encontré fue un hombre trabajador, serio, una persona de lo más respetuosa y honrada...”.
Posiblemente por ser su primera colaboración, el director no sabía cómo se las gastaba su paisano, así que sacó del bolsillo una lista de temas escritos por otros compositores y amablemente le pidió que los adaptara. Morricone le contestó que se había equivocado al llamarle porque él, en principio, se negaba a hacer simples adaptaciones de piezas ajenas. Pasolini se quedó unos segundos perplejo y en silencio. Acto seguido, exclamó: “Usted sabrá”. Así, según afirma el propio Morricone, fue como lo aceptó.
El compositor se puso a trabajar buscando la música más adecuada para cada escena. Para la del funeral de Palmiro Togliatti, cofundador del PCI, escogió un célebre canto partisano titulado Fischia il vento, cuya melodía no es otra que la célebre canción popular rusa Katyusha. Togliatti había fallecido un año antes y Pasolini incluyó imágenes de su verdadero entierro por considerar que simbolizaba también el fin de los antiguos ideales del comunismo. Mientras la multitud, llorosa y apesadumbrada, acompaña el ataúd del viejo líder, suena esta antigua canción de la resistencia que en España popularizaría poco después Georgie Dann como canción del verano con el título de Kasachov.
Si quiere saber cuáles son los ingredientes principales de la música que escribió Morricone para Uccellacci e Uccelini pruebe a mezclar los siguientes ingredientes y agítelos como si de un cóctel se tratara: bastante sentido del humor más bien absurdo e irreverente, una buena dosis de optimismo y un inevitable halo de melancolía, heredado posiblemente de su colega Nito Rota, compositor neorrealista por excelencia.
En cuanto al toque humorístico es algo que Morricone manejaba con soltura desde sus inicios como compositor cinematográfico. Lo hizo en su debut con una esperpéntica comedia titulada Il Federale (Luciano Falce, 1962) ambientada en la Italia de la Segunda Guerra Mundial. Para esta ocasión Morricone compuso una partitura dominada por una grotesca marcha militar sincopada y con los acentos cambiados, interpretada por tuba y flautines. A Falce le encantó su trabajo pero tiempo después, cuando empezó a conocer el estilo compositivo de su paisano, renunció a trabajar de nuevo con él. Según cuenta Morricone, Falce le dijo: “Tú eres un autor sagrado y místico… Por eso no puedes trabajar conmigo: yo soy cómico”.
En lo que respecta a Uccellacci e uccellini, Morricone abordó esta banda sonora con entera libertad y su música fue aceptada casi totalmente por el director con alguna pequeña excepción. Las pocas veces que el director optó por eliminar algún tema musical, también eliminó la escena. Al menos eso es lo que sospechaba Morricone, pensando que Pasolini lo hacía así para no incomodarle. Si esto fuera cierto, es de suponer que los temas eliminados son dos que aparecen en el disco de la banda sonora “oficial” y no en la película. Concretamente los titulados Aforismi y Teatrino all´aperto, ambos atonales y, posiblemente, alejados de la emoción que pretendía comunicar Pasolini.
La película incluye una docena de cortes musicales, generalmente de pequeña duración, que casi siempre suenan discretamente por detrás de la imagen. Se trata de una mezcla entre música culta y popular con inclusión de alguna que otra rareza, como una parodia de música china de corte pentatónico que suena cuando padre e hijo llegan a una casa en medio del campo y piden a una mujer muy pobre que les pague su deuda. Tan pobres son en esa familia que comen nidos de golondrina “¡como los chinos, como los chinos!”, dirá la infeliz.
Los ingredientes de la banda sonora
La jocosa escena de la visita al “ingeniero”, a quien Totó y su hijo deben dinero, tiene un contenido musical bastante surrealista. En la casa de este personaje (un representante de la burguesía) se celebra una convención de “dentistas dantistas”. En un momento dado, uno de los asistentes dirige una invisible orquesta y, cuando la cámara enfoca a los intérpretes, vemos a un grupo de hombres en completo silencio. ¿Algún mensaje o simplemente un toque de humor?
Como es sabido, Morricone puso patas arriba la música del wéstern con múltiples innovaciones. Una de las más reconocibles fue el empleo de la guitarra eléctrica. La banda sonora de Uccellacci e uccellini incluye también un tema moderno con guitarra eléctrica, titulado Scuola di ballo al sole: https://www.youtube.com/watch?v=fe2rIQzbaeg. En esta ocasión no acompaña a un solitario jinete mientras cabalga, sino a una escena de baile entre un grupo de jóvenes (todos del género masculino) frente a un bar del extrarradio, improvisando una coreografía grupal. Este tema se repite cuando Totó se aparta para defecar y también cuando padre e hijo se encuentran con una prostituta en la carretera.
El análisis de la sugerente banda sonora de esta película daría para un interesante estudio, pero lo que nos ocupa ahora es tratar de describir su orientación general y resaltar las intenciones del director y el compositor. En algunas escenas podemos aventurar esta intención. Por ejemplo, cuando padre e hijo se cruzan con unos actores ambulantes que hacen una función en mitad de la nada. Durante unos instantes suena una mandolina, luego una trompeta y, finalmente, un tambor. No parece difícil ver en esta escena un leve guiño al Fellini y el Rota de La strada.
Para finalizar con este apartado resaltaremos la inteligente manera con la que Morricone accedió a la petición de Pasolini de incluir temas clásicos en esta banda sonora y en otras que escribió para películas del director:
Hicimos cinco películas juntos. Pero quería que añadiera música preexistente, por razones supersticiosas. En Uccellacci e Uccellini era el tema de una ópera de Mozart, y lo incluí interpretado con ocarina. Le bastaba con que estuviera allí.
El eterno viaje a ninguna parte
Como hemos visto Uccellacci e uccellini es una película que nos lleva una lectura ideológica de la Italia y también del mundo de los años 60. Compartamos, o no esta lectura, lo que sí parece cierto es que anticipaba un cambio de paradigma, utilizando una expresión muy utilizada hoy en día. Tal y como lo percibía Pasolini, también en nuestro tiempo la única certidumbre que tenemos parece ser la incertidumbre. ¿Hacia dónde va el mundo? Esa es la pregunta que nos hacemos y no parece que nadie, como le ocurrió a Pasolini, tenga la menor idea de cuál es la respuesta correcta.
Politólogos, sociólogos y antropólogos tratan de buscar un término que, al menos, sirva para nombrar la dirección de este nuevo y radical cambio de tendencia al que estamos asistiendo y, de momento, no parecen ponerse de acuerdo. Los medios hablan de era pospandemia, de posglobalización, de choque de civilizaciones... Mientras tanto, el común de los mortales observamos con ansiedad los inquietantes movimientos geoestratégicos, el auge de la Inteligencia Artificial o la influencia del Big Data sobre la vida cotidiana. Todo parece abocarnos a un mundo desconocido en el que lo peor (y confiemos en que también lo mejor) está por llegar.¿Cómo asimila la humanidad todo esto desde el punto de vista ideológico? En mi opinión, con miedo y desconcierto. El estado de bienestar de los países más desarrollados parece estar en serio peligro al tiempo que aumenta la fiebre armamentística y crecen opciones políticas de tinte autoritario que creíamos pertenecían a tiempos pasados. Este panorama está conduciéndonos a un cambio de mentalidad generalizado que se manifiesta en actitudes incomprensibles para generaciones anteriores, como la desconfianza hacia medidas sanitarias globales imprescindibles para la supervivencia de la especie humana, por poner solo un ejemplo.
Como es sabido, los artistas (escritores, poetas, músicos, cineastas...) presienten estos cambios y los anticipan, haciéndolos visibles por medio de sus creaciones. Ellos se adelantan en muchas ocasiones a las más sesudas investigaciones y consiguen hacer llegar el mensaje al gran público con mayor efectividad que cualquier estudio o ensayo. En el caso del cine es fácil comprobar cómo muchas películas actuales muestran aspectos bastante inquietantes del cambio de paradigma que estamos experimentando.
El cine de este primer cuarto de siglo XXI se ha convertido en un arte con tintes apocalípticos que plantea terribles escenarios cada vez más probables: catástrofes climáticas, guerras de exterminio total y distopías variadas. Hablando exclusivamente en términos musicales, la banda sonora de estas películas está cada vez más alejada de los modelos clásicos. Desde luego, no parece ser el mejor momento para desplegar hermosas melodías ni para sutilezas armónicas. La música cinematográfica de nuestro tiempo es cada vez más conceptual y se funde/confunde con los más inquietantes y agresivos efectos sonoros.
En su tiempo el cineasta romano eligió a Morricone para que pusiera música a esta esperpéntica y existencialista road movie a la italiana que es Uccellacci e uccellini. A la vista del resultado la elección parece que fue acertada. Morricone potenció el carácter cómico/dramático de una fábula que ilustra como pocas el eterno viaje de la humanidad hacia quién sabe dónde.
Y en lo que respecta a la particular trayectoria vital del propio Pasolini, hay que decir que, como todo el mundo sabe, tuvo un final espantoso. A los 53 años fue salvajemente asesinado en circunstancias que nunca se han esclarecido totalmente, debido, entre otras cosas, a la sospechosa dejadez de la policía que propició la pérdida irremediable de pruebas. Pasolini vivió, amó, odió y creó con total intensidad, tal y como él deseaba: “Devoro mi existencia con un apetito insaciable [...] ¿Cómo acabará todo esto?... Lo ignoro”.
Si me pidieran un epitafio para el cineasta italiano creo que propondría esta frase del cuervo de la película, quien seguramente también sabía que su destino era ser devorado:
Mi hora ha pasado [...] Estoy seguro de que alguien aparecerá para recoger mi bandera y llevarla adelante.
La película termina con una cita casi literal del final de Tiempos modernos de Chaplin. Ya saben: una joven pareja de desposeídos emprende un camino incierto en el que, sin embargo, parecen vislumbrar un resquicio de esperanza. Antes de los créditos finales, Domenico Modugno concluye la misma canción con la que había comenzado y parece invitarnos sutilmente a confiar en la necesidad de que un mundo acabe para que otro surja:
Amici cari
come sempre finisce così
comincia così
si chiude continua così
questa storia
di Uccellacci e uccellini
Lamberto del Álamo (Consuegra, 1954) es músico y musicólogo especializado en música de cine. Su libro El cine y su música, secretos y claves (Rialp, 2020) es una referencia para los aficionados a la música cinematográfica. Ha colaborado en varios libros con Notorius Ediciones y escribe habitualmente para la revista digital Industrias del Cine y para la web The Movies Score. Ha escrito un libro (aún inédito) titulado Compositoras de cine, la otra mirada y está preparando otro sobre cine, ideología y bandas sonoras.
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