Formas de ser un paisaje (Isla de náufrago) es un poemario a caballo entre el sosiego oriental y el ascetismo sosegado de Occidente, pero profundamente castellano, por ser un territorio en el que los poetas encontraron la metáfora exacta de cuanto les acontecía dentro. Olmos, encinas, trigales, sabinas, chopos, mares de Castilla… Acompañando los versos por acuarelas de factura propia, Norberto García Hernanz conjura los cuatro elementos para hablar de las distintas emociones que nos pueblan.

 

¿Cuándo convendría adoptar la forma de paisaje?

De todo aquello que, en principio, no forma parte de nuestra corporalidad y psiquismo, el paisaje podría ser refugio donde enajenarnos cuando arrecia la tormenta, para dejar de ser nosotros un tiempo y después, regresando, retomar nuestra identidad. Es una idea bonita.

Pero ese camuflaje idílico no es realista salvo como visión utópica, transitoria y poética. Por el contrario, si profundizamos algo más, veremos la otra posibilidad: la no sustitutiva sino prolongadora de aquello que somos en lo que nos rodea.

Es la hipótesis de que el paisaje pueda ser parte intrínseca de lo que somos, ampliando nuestros límites corporales y provocando que nuestro afecto por el exterior no sea otra cosa que seguir amándonos o repudiándonos a nosotros mismos en esa prolongación.

 

 

Que la naturaleza «no nos dé afecto», ¿es una frustración, una reprobación, algo necesario?

Es una tranquilidad. Bastante tenemos con afrontar el entramado afectivo–desafectivo del ser humano en la vida diaria.

Es bueno que la naturaleza se limite a cumplir su misión de acompañar y complementar sin tener consciencia de ello, y obligación del poeta advertir (si ha adquirido un compromiso racionalista) que todas las veces que la personificamos para sentirnos acompañados, debemos hacerlo metafóricamente, y que su aportación a nuestra felicidad debe consistir en su  discreción  y pasividad anímica. En su silencio. Aquel que nos arropa y nos deja en él fluir.

 

 

¿Cómo se consigue «no irnos de nosotros»?

Entendiendo que siempre estamos aquí, aunque viajemos a las antípodas. Esa postura pasa por entender que el exterior es consustancial a nuestra entidad humana, por entender que nos vamos más de nosotros cuando cambiamos una idea que cuando cambiamos de país.

La continua representación y reinterpretación de esto que está sucediendo, alberga en última o primera instancia un germen solipsista del que tratamos de huir para estar acompañados. Sería desconsolador que ahí fuera solo existiera mi yo prolongado. Por suerte, según creo, también estáis vosotros y vuestras extensiones y viajes interiores. Después, el casi milagro de encontrarnos.

 

¿Cuál es el peligro de las siestas de verano?

Los sueños que contienen, sobre todo si son pesadillas. Ya es bastante retomar la consciencia por las mañanas y colocar sus calles y farolas y recomponer el día. Cortas, tienen menos precipicios.

 

 

¿De qué modo condiciona el paisaje a quien lo habita?

Cuando los sentidos nos transmiten sensaciones de ese paisaje que nos rodea e invade y del cual participamos, hay como una afinidad hacia sus componentes que varía según la persona. Pertenezco al grupo de los que se rinden a los efectos del agua, sea mar, lago o río.

Ahí dejo de filosofar para simplemente mojarme, bañarme y beberla, siempre, eso sí, con la playa y el acantilado cerca.

Aparte de las preferencias, pienso que más que el propio paisaje, lo que influye en el ser humano, es la necesidad de variedad y cambio. Cualquier lugar si no hay movimiento deja de verse.



SELECCIÓN DE POEMAS


           

La naturaleza sólo admite afecto,

nunca lo da.

Por eso aunque observes reverdecer sus prados,

sus flores nuevas habitar abril

o huir los neveros de la sierra,

no esperes que te devuelva

ni un trozo de tu mirada.

Píntate a cambio un cuadro

de su ser desnudo:

Aquel que harías de ti

si fueras paisaje.

Nota la emoción de la tinta

que entierra tu semilla

para eclosionar más tarde

hecha poema y dibujo.

Cierra luego el cuaderno

delicadamente.

Él tampoco da afecto

pero lo guarda.

 

 

 

 

 

 

 Hay un día de mañana,

lugares donde ir,

horizontes que superar, dicen,

para esparcir el alma.

Pero también es cierto el interior sin tiempo,

el aquí invariable y la línea fronteriza protectora

que no es bueno traspasar.

Para disfrutar el viaje es necesario

no irnos de nosotros,

no abandonarnos a ninguna suerte,

no prescindir jamás de aquella parte

de la noche inmóvil

que vienen las ciudades a visitar

mientras dormimos.

 

 

 

 

 

 

Te has liado, dijo el dios:

Hay variación

y un antes y un después en cada hecho,

pero aquello que tanto te afecta del ahora

y del instante que se escurre entre las manos,

no debiera preocuparte.

El presente es este siempre que todo lo conjuga

y este siempre, a su vez,

árbol de plenitud donde lo bello de las hojas,

lo flexible de las ramas y el tesón de las raíces,

resultan irrelevantes.

Hay variación, no lo dudes,

pero el cuándo es sólo un tiempo cualquiera,

y debes sobrevolarlo sin anidar en él.

Y el dios se alejó circunspecto

mesándose la barba.

 

 

 

 

 

 

 La vida no es larga ni corta,

sino pregunta gigante que el tiempo se niega a responder

a golpe de nostalgias y propósitos incumplidos.

Ni constatar el desgaste ni celebrar el tránsito

modificará la urdimbre de su concreción.

Nos queda, sin embargo, el hacerla infinita a capricho

en el picoteo de los gorriones, en los reflejos delos charcos

que dilatan alegres el día como bendita ausencia de deseo.

De aquella acendrada desafección vendrá luego dado

su tamaño exacto.

 

 

 

 

 

 

 Lo que cuenta no es tanto ir allá

donde dicen que habita la luz del aprecio,

sino llegar acá a encontrar el fuego

en que arde mi leña y al cual invito.

Podéis venir si os place

hasta el lugar

donde con uñas y dientes, hasta el rescoldo,

atizo las brasas.

Por lo menos así,

ardiendo junto a vosotros,

me quemo menos.




Norberto García Hernanz ha obtenido los certámenes nacionales Yantar de Pedraza (2004) y Huerta de San Lorenzo (2006); fue también finalista del Premio Internacional Gil de Biedma (2007 y 2008), así como Luna Azul (2009 y 2010), Umbral de Poesía de Valladolid (2014,15,16 y18) y Poeta de Cabra (2015). Fundador del Cuaderno de Profesores Poetas del IES Francisco Giner de los Ríos de Segovia y del Día Internacional de la Poesía en Segovia.

Ha publicado los poemarios De esta viva realidad, Hedoné y la Espada, Manual para vacíos, Indefensa certidumbre, Nuevos mapas interiores y Sé-Itinerario de una despedida y Forma de ser un paisaje.