¿Descansa la
escalera?, ¿cómo es el hilo que conecta?
“Sólo
los hombres permanecen inmóviles innumerables días con sus noches y quieren
vivir”
En El
cansancio de los hijos la muerte cobre relieve, se torna protagonista. Y
así, con esa forma de doble o múltiple vía, lo que no es cuerpo de mamífero, lo
que no es cuerpo de pájaro ni de padre, sube la escalera y los que están al
pie, sobre la tierra, ven o sienten que su cansancio no asciende así sin más
pero que sí muda la piel, mudan los hábitos.
“El
pájaro es una interrupción, otra la muerte”
Al
terminar el viaje que condensan estos poemas, muda también el silencio, sí,
pero en el propagarse que lo conforma, la lírica de María Mascheroni dibuja un
mortífero y vital canto al padre que cambia de lugar, trabaja el barro de la
forma, el mundo previo, para que el duelo que vive cada cual dentro de la hermandad
pueda bailar, pueda ir.
¿Será
cada duelo un padre, un pájaro que sube cuando termina este baile?
Será,
quién sabe, un signo de interrogación que interviene el silencio lo que
aparezca bajo el pecho después de trasegar cada rama el cansancio de ser hijo.
Será “la riqueza de no comprender”.
“¿Qué
clase de hombre era éste?
¿Por
qué ahora entierro a un pájaro y dejo una piedra en el camino?”
Hay
preguntas tan cuánticas que no piden respuestas.
Con
esta textura, con ese hilo, la dinámica abierta de cada pregunta de El
cansancio de los hijos se clava bajo el cuero no como un ala menos sino
como una explosión del rizoma, como una rama nueva que a la par que se cansa,
se aleja de cada acontecimiento y mientras tanto canta, siempre canta.
“El
cuerpo de un pájaro concentra todos tus cantos”
POEMAS
(1)
todos
los hijos parpadearon en igual segundo
una
pista falsa al observar la anatomía deshabitada
tendones
aferrados a los parietales del hombre
costas
ociosas huesos inútiles restos erectos del turbulento río seco del padre
que
arrastra en un solo acorde la evidencia
en
el horno los oídos amarrados mientras
afuera
pájaros confundidos gritan en la noche
de
tal palo pobres ramas
(2)
iniciado
lentamente a su muerte deja que los hijos se acerquen a él
una
batalla cuerpo a cuerpo de estructuras y gorriones rodea su descanso
de
piares o gritos de otra especie
(3)
no
había visto antes
ningún
pájaro de vuelo terminado para entenderlo
¿cómo
lo supe?
quieto
más quieto echado de espaldas como ningún animal
así
nomás para nada un pájaro no se queda inmóvil
ni
apoya su espalda en la tierra
¿tienen
espalda los pájaros?
las
cucarachas sólo están de espaldas cuando les quedan pocos recursos para vivir
antes mucho antes
tuve delante de mí esta visión:
le
arrojábamos piedras desde lejos
en
esas circunstancias cualquier movimiento
un
rumor darían cuenta advertirían
que
la muerte continúa su trabajo
interminable
sol poniente en una fotografía
¿qué
quiere saber de la muerte del pájaro?
así
mi padre se posaba cada día en el mundo
encogido
de espaldas de costado
no
está muerto decíamos para los adentros
cada vez
cuando
en la piel el escozor se anunciaba
¿qué
cómo lo sé?
así
lo sabíamos
lo
sé porque cada tarde capturada la respiración por su imagen quieta
temiendo
que lo peor sucediera a su alma cada tarde
cruzábamos
la distancia que nos separa de su boca
y
nuevamente -alivio impropio- su flaco aliento
a
mi paso un pequeño pájaro echado
de
espaldas en el suelo con las patas encogidas
abre una grieta entre pecho y cielo
no
dudé cuando lo vi sé que estaba muerto
¿cómo
lo supe?
la
postura del pájaro la postura de mi padre
hermanadas
caminan ante mis ojos que extraviados
en
los asuntos de la muerte comienzan a despuntar la vieja tonadilla:
sólo
los hombres permanecen inmóviles innumerables días con sus noches y quieren
vivir
(4)
a
pesar de todos los esfuerzos esto se termina por sequía y decisión
los
cascos avanzan sin descanso en dirección contraria a los acontecimientos
al
compás del río que pasa llevando lo matado
–que
no es morir lo que ellos hacen con los nuestros–
con
los dedos en pinza intento atrapar lo que el agua se lleva tan fácil
llegan
a la orilla las cicatrices mudas
y
allí nos recostamos
hasta
que algo algo encaje por favor
(5)
es
como no haber aprendido nada
encolumnados
de este modo en las desapariciones
violentos
y vedados vástagos crecen por doquier
dejan
su semilla aún entre las piedras y la arena
y
cómo tratar tanta insolencia y bravura
es
la narración que no termina
sin
maestros en esta historia de hijos cansados
sólo
un pequeñísimo pájaro en lugar del paso próximo
extinto cantando para sí
como
los nuestros
María
Mascheroni, El cansancio de los hijos,
FisicalBook, 2014
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