COSMOGONÍA DEL CAOS

Carmen Hdez. Montalbán

Colección Averso poesía

 

Cuando la poesía no es sólo un ejercicio formal o la simple expresión, más o menos lograda (y más o menos clónica) de una floritura literaria, es capaz de ir más allá, de situarse ante el mundo para pensar y reflexionar sobre él. Ocurre en esta Cosmogonía del caos, de la poeta granadina Carmen Hernández Montalbán, que se remonta nada menos que a los misteriosos orígenes de universo, al torrente de todo lo creado y también al devenir de su destrucción paulatina, el maltrato que los seres humanos hemos infligido a nuestro planeta, a nuestro único y precioso espacio vital. Pues estos poemas, de palabra culta, limpia y precisa, no sólo expresan con belleza, también apelan a abrir los ojos y hasta señalan y denuncian. No es extraño que en los versos iniciales quedemos ya retratados en una pregunta: “¿Sómos los mortales/ agentes del caos, /neuronas imperfectas/ de un Dios creador?”. Tras la luz, vino la conciencia, el afán de nombrar y delimitar las cosas. “Para ti mi obra, /-dijo la conciencia suprema-./ Sé reverente con ella”. Tuvo lugar esa entrega, ese exceso de confianza en una Humanidad que se empleó en la explotación ciega de tantos recursos, del aire, el atman/atmen que es respiración y aliento, del calor, del agua fuente de la vida, de la madre Tierra… poco pudieron los valiosos elementos ante la animalidad del hombre (“Yo soy el animal, en ti me alojo”). Incluso la razón y la ciencia se pusieron al servicio de la aniquilación de lo que era tan necesario y precioso. El arte o el amor son pobres contrapesos si quienes los enarbolan han ido quedando en minoría (“Yo soy el abrazo. /Soy para el otro/ y en él me encuentro, / soy la entrega,/ el acto de apertura, /la aceptación”). Mucho más poderosa resulta la guerra (“Yo soy la guerra (…) Yo soy la devastación, guárdate de mí”). Somos tiempo (“Yo soy el reloj/ en mí te mides) pero no hemos sabido emplearlo, tampoco hemos sabido buscar el equilibrio, la justicia, la prudencia propia del término medio. Nuestro mundo, lamenta la poeta, ha devenido, pues, un lugar contaminado, sus tierras, sus mares, el aire que respiramos, “emerge el vertedero de la vergüenza”, la dictadura implacable del consumo, “el desierto que vomita grados”. Las guerras son tanto las de ayer como las de hoy mismo, pues la descripción de Carmen Hdez. Montalbán parece un espejo situado ante los horrores diarios de Ucrania o de Gaza: “Fuera de los túneles del espanto,/ las calles se visten con ruinas,/ los obuses derrumban los edificios/ que se desmoronan como la ceniza/ de un cigarrillo./ Pedazos de cuerpos mezclados con los escombros;/ vidas que han dejado de latir hace un segundo./ El llanto de un niño/ amordazado por el abrazo de su madre…/ El pavor de seres humanos protegiéndose de sí mismos…/ ¿Existe mayor desafuero?/ La fiera ha triunfado”). También denuncia con lucidez los delirios de nuestro mundo digital, la despersonalización y deshumanización progresiva de estos tiempos de celebrada inteligencia artificial: “Un cerebro inconmensurable nos procesa,/ el ´dios-máquina´ nos adoctrina desde hace décadas;/ el paraíso en una pantalla interactiva es el anzuelo (…) Desconecta si tienes agallas y piensa”). ¿Es posible volver a pensar? ¿Es posible revertir o salvar un sistema que nos lleva a pique?, pues “se extingue lo que un día se nos dio/ como un regalo”. La autora nos invita a todo un viaje en esta breve pero impactante y visionaria Cosmogonía del caos, un viaje también a nosotros mismos, a contemplarnos en lo que fuimos y en lo que somos, y también en lo que, fatalmente, seremos si no regresamos a una idea buena, bella y justa de nuestro modo de ser y de relacionarnos en esta Tierra.