«Lo
más personal, lo más original e íntimo, se articula en torno a algo
irrevocablemente colectivo, el lenguaje»
«El
que insiste en mirar/ encuentra la fórmula». ¿Cómo ha de mirarse para que
suceda el hallazgo?
Con deseo, con necesidad; o sea, mirar
buscando respuestas; o sea, leer lo que nos llega a la luz de algún lenguaje.
Eso abrirá o hará sentidos. Una vez que se establece un vínculo significativo,
el proceso seguirá rodando por su cuenta. Quizás no se trate de hacer nada,
la lectura sucede, nos sucede. Estamos totalmente predispuestos a ponerla en
marcha. Posos de lectura tiene la particularidad de leer —y de invitar a
que se lea— algo para lo que todavía no existe código. Se propone crearlo al
mismo tiempo que comienza a aplicarse. De algún modo el libro «escenifica» cómo
leemos, cómo dotamos de sentido lo que nos rodea, lo que vivimos, lo que somos.
Ya había intentado algo así —aunque no exactamente— en dos libros anteriores: Índice
(Varasek, 2011) y Fábula (Aristas Martínez, 2013), ambos hechos en
colaboración con el artista Pedro Núñez. De algún modo estos tres poemarios asumen
ciertas estrategias adivinatorias, oraculares, que incitan a preguntar para obtener
respuestas.
La poesía no se mueve en una sola
dirección. No sé si hay poesía, así, en singular, ni siquiera cuando pienso en
mis propias preferencias, pero, salvando este asunto y para ceñirnos al poso
que hay detrás de todos los Posos de lectura, la poesía es esperanza de
respuesta, la poesía es la promesa de un advenimiento, la promesa del encuentro
con eso que nos dice y que no acaba de decirse ni es completamente nuestro. La
poesía es eso que siempre se manifiesta como un resto, como un algo más que
sigue apareciendo de forma inesperada… Por ejemplo, en lo que se puede ver si se
insiste en mirar las manchas que deja el café en el filtro con el que se ha preparado.
Contesto con otra pregunta: ¿no es lo
poético siempre relacional? Me parece que lo poético no está en ningún sitio en
concreto, sino que más bien va y viene, pone en contacto; quizás surge de cómo
nos relacionamos con las cosas, qué les hacemos decir, qué les escuchamos decir.
En ese otro libro, Fábula, se proponía eso: dejar hablar y escuchar a
los seres. En ese sentido, sí, cualquier cosa puede dar cabida a lo poético.
Incluso se podría decir que eso poético que retienen los seres y las cosas es
lo que les da significado, lugar y fundamento.
Siguiendo con la lógica que proyectan
los versos que citas, lo poético abriría espacio… a lo poético. Mi escritura,
en este y otros libros, actúa por arrastre, y a veces afirma cosas que solo en
esa deriva tienen sentido o podría asumir… Pero más allá de la intención que
pudiese tener ese pasaje, creo que, como hemos leído en Antonio Gamoneda, la
poesía genera entusiasmo, placer, por encima y más allá de los asuntos que
trate. Y puede que, además, sin más detalles, la poesía nos abra: facilita
salidas, transformaciones y los contactos.
Quizás ese reto consista en entender que
solo queda lo que no nos pertenece, lo que no somos del todo, lo ajeno. Mi
escritura vuelve una y otra vez al asunto de la disolución, la desintegración,
la desaparición, especialmente la desaparición del yo, del individuo. Pero,
paradójicamente, este movimiento, para mí profundamente liberador, fundamenta su
presencia en la palabra. Me resulta fascinante que lo más personal, lo más
original e íntimo, se articule entorno a algo irrevocablemente colectivo, como
es el lenguaje. De alguna manera la poesía deja para los demás lo que nunca fue
nuestro.
Pues no lo tengo muy claro. Si la
belleza tuviera que ver con el sentido, del que estábamos hablando, quizás sí. Si
fuese un código cuya lectura estamos gestando o leyendo, quizás sí. Pero no sé
si eso es exactamente la belleza. Por otro lado, la desatención también podría
ser un buen método de búsqueda, ¿no? Para atender algo hay que desatender otros
asuntos. Tal vez el encuentro con lo bello tiene que ver con cierta
sensibilidad o inclinación, con el entusiasmo que provoca cierto encuentro, cierta
resonancia, cierto tipo de respuesta. No lo tengo muy claro. La belleza no es
exactamente lo que mueve mi escritura...
Mucho… ¿Todo? Aunque digamos lo más
solemne, lo más triste, lo impredecible… la poesía parece tener siempre algo de
juego de palabras. Eso sí, es un juego cuyo interés aumenta cuando, se ría o se
llore con él, se apuesta todo lo que se tiene.
Las propuestas de sentido valen tanto
como quien lo propone esté dispuesto a asignar y a respaldar. El sentido de una
propuesta no es universal, lo que creo que es universal es nuestra necesidad de
aportar sentidos, de hacer propuestas.
La poesía puede ser muchas cosas
contradictorias. Encuentro poesía que pide aquiescencia: pienso por ejemplo en
la que despliega mitos, teogonías, funda o inventa orígenes… pero el
cuestionamiento de lo ya establecido es una de las fuentes fundamentales para lo
poético. La distancia entre la respuesta que se esperaba y la que el poema finalmente
propone es proporcional a su capacidad creativa. Disentir puede crear,
transforma...
Los detergentes limpian, fijan y dan
esplendor, pero igual ocultan más que cuentan. Ahí están las Manchas
nombradas de José Miguel Ullán, o esa constelación de manchas de vida y
deseo que puntúan la obra de Mario Merlino… «Todavía quedan residuos» escribió
para cerrar su «¿autobiografía?». Pienso en detergentes y solo recuerdo algunos
anuncios.
¿Qué ha sido de esa serie de cápsulas, las conserva?
Sí, sí. El libro solo recogía sus
fotografías, pero esos pequeños objetos me parecen muy atractivos… quizás algún
día podemos mostrarlasy dar a ver su materialidad. Me interesan como objetos
(que es un asunto poético, sin duda brossiano, que interesa en poesía). Esos
filtros, que hice pero que no son propiamente obra mía, me parecen
sorprendentes. Su tamaño mínimo y su fragilidad me recuerda la de las palabras.
Veo en esos círculos una gran tensión entre su pequeño tamaño, su fragilidad, y
su capacidad para sugerir. En lecturas públicas y talleres he entregado a los,
a las participantes piezas hechas del mismo modo que los que se reproducen en
el libro, hay quien de inmediato los protege porque, como me pasó a mí, le
asignan un valor, ven lo que tienen de único. Pero solo hay prepararse un café
utilizando la cafetera adecuada, Aeropress se llama… Por cierto, sale un
cafecito estupendo.
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