Empezaré
diciendo que nos gusta el cine de Yorgos Lanthimos. Su película Canino (2009), que recrea el universo
cerrado en el que un padre enclaustra a toda su familia imponiéndoles una
totalitaria interpretación del mundo, nos entusiasmó; por eso esperaba con
interés la que se anunciaba desde este pasado verano como la versión feminista
de Frankenstein: Pobres criaturas
(2023).
Pobres criaturas es una película con
una impactante escenografía gótica, fantástica y onírica, cuyo argumento es la
creación de una mujer, Bella Baxter, por un cirujano cuyo padre le infligió
desde niño distintas mutilaciones para experimentar con su cuerpo como él sigue
haciendo con el cuerpo de otros. La novela de Alasdair Gray en la que se
inspira, afirma Lanthimos, Era en
general, una historia sobre la libertad de la mujer en la sociedad. El camino
estaba abierto para contar una historia como esta. En el mismo sentido se
muestra la prometedora sinopsis de Filmaffinity: Libre de los prejuicios de su época, Bella se vuelve firme en su
propósito de defender la igualdad y la liberación.
Sin
embargo, nuestro juicio no puedo estar menos de acuerdo con lo que anterior,
porque la película está lejos tanto de ser feminista como de revisitar el
monstruo de Mary Shelley, ya que la libertad de prejuicios de Bella consiste en
mantener relaciones sexuales con un seductor abogado que la lleva por distintas
ciudades del mundo, y por convertirse en prostituta cuando su generosidad
imprudente y naïf los conduce a la ruina. Con el propósito de defender la
igualdad que anuncia Filmaffinity sucede otro tanto, consiste en asistir a
reuniones socialistas mientras trabaja en un burdel esperpéntico de París, y
defender el oficio -muy empoderada Bella-, diciendo que ella y su compañera son
“el medio de producción”. Su defensa
del clítoris es meramente retórica, como parece serlo todo en la película, pues
las relaciones sexuales que se muestran son mayoritariamente de penetración, y
la liberación se reduce a lo que entiende como tal la mirada masculina.
De
hecho, han sido los críticos varones de un lado y otro del Atlántico quienes
han aplaudido hasta el entusiasmo la última obra de Lanthimos, sus halagos
pueden leerse en la misma plataforma. Sin embargo, en los foros feministas la
crítica es casi unánime. Y es aquí donde nos detendremos, porque en esta
diferente interpretación puede encontrarse el quid del asunto.
¿Por
qué los hombres aplauden la liberación de esta criatura, de esta aberración?
Bella es una aberración en sentido literal: Anomalía morfológica o fisiológica
extremas, según una de las acepciones de la RAE. La respuesta que nos parece
más adecuada es porque confirma sus fantasías patriarcales respecto a la
sexualidad femenina, o mejor, sus deseos sobre la naturaleza de una sexualidad
que ignoran. Bella se entusiasma primero con el autoerotismo y luego con el
coito, adora los penes, se entrega con facilidad a quien le garantice ese
momento de “felicidad” que ha descubierto. La protagonista de Lanthimos es una
nueva encarnación del tropo cinematográfico conocido como Born sexy yesterday [Nacida sexy ayer]: una joven bella, como su
nombre indica, sexy, inmadura e inocente, que descubre el mundo con una mirada
infantil guiada por un hombre, pero cuyo cuerpo siempre está caliente, como
ella misma repite en la cinta. El tropo está presente en muchas películas de
Hollywood, desde las más clásicas hasta las de ciencia ficción, así como en el
mito de Pigmalión y Galatea si lo recubrimos de posmodernidad pansexual. Lo
encontramos en El planeta de los simios o
en El quinto elemento, tanto como en La tentación vive arriba, donde una
Marilyn Monroe infantilizada e hipersexualizada ignora el efecto que su
ingenuidad infantil tiene sobre su vecino, que anda de Rodríguez ese verano;
ignorancia en la que radica, además de en su espectacular belleza, su
atractivo. También la atracción que siente Humbert Humbert por una niña,
Lolita, sexualizada y supuestamente cautivadora podría ser una variante de esta
recurrente figura.
En
general, aunque con matices, la estructura es la misma: el hombre sabe, diseña
o descubre para su regocijo a una mujer inocente, sexualmente madura, pero que
desconoce todo sobre el mundo y sobre la sexualidad, lo que le otorga al varón
el poder para enseñarle cómo son las cosas en uno y en otro campo. Eso sí, es
indispensable el consiguiente entusiasmo de ella porque, y aquí el tropo se
ajusta a la realidad, a las mujeres lo que nos encanta es aprender, por eso nos
prohibieron la instrucción hasta hace bien poco, por esto otros mitos censuran
nuestra curiosidad.
Pero no nos
engañemos, Pobres criaturas no trata
de reivindicar la sexualidad femenina, extensa y no localizada, más epidérmica
que genital, erótica más que pornográfica, sino de representar una sexualidad
femenina inventada y diseñada para el gusto de los hombres: coital, centrada en
la penetración e insaciable. Por cierto, ¿Bella no se queda embarazada?, se
trata de una eventualidad que no es problema para Lanthimos ni para los hombres
que se relacionan sexualmente con ella, aunque algunos tengan que aceptar su
libertad, su exploración y hasta su bisexualidad porque la aman: Lanthimos feminista.
Sin
embargo, creo no equivocarme si afirmo que las mujeres nos preguntemos a lo
largo de la película por los motivos de ese amor. Y lo hacemos porque a
nosotras nos resulta muy poco atractiva la idea de enamorarnos de un tontorrón
que apenas sabe hablar, se mueve con torpeza, con quien no podemos compartir
apenas nada, una fría racionalidad sin sentimientos, y donde la distancia entre
nuestra experiencia y la suya es casi la que separa a una madre de un hijo. Por
más guapo que el muchacho sea.
Este tropo
narrativo, Nacida sexy ayer, solo es
efectivo, pues, para los hombres, que lo repiten en sus creaciones porque
aplaca su miedo a la simetría, su terror a la igualdad hombre-mujer y su pánico
a perder el poder en las relaciones sexo-afectivas. El aumento del consumo de
la pornografía infantil puede interpretarse como una muestra de la inseguridad
que la igualdad está provocando en los hombres más patriarcales, así como el
incremento de los abusos sexuales a menores; ambos conforman la cara oscura del
miedo a perder el poder y dejar de controlar a las mujeres, que aumenta cuando
estas cobran autonomía. Aunque, eso sí, concedámoslo, Lanthimos independiza
finalmente a Bella de los hombres para que estudie medicina, y la convierte
también en uno de ellos, proclive a los mismos crueles experimentos que hizo
sobre ella el que llamaba Su señor. Aquí es donde Bella se separa del monstruo
creado por Mary Shelley, que muestra su fragilidad y su profunda necesidad de
reconocimiento.
Pero
esta es otra historia.
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