Idioma
¿Cómo se dice no le pises la noche al perro?
¿Cómo se dice la oscuridad es la última visión?
¿Cómo se dice un pan mordido no está exactamente roto?
¿Cómo se dice un día contigo es una bala de plata?
¿Cómo se dice entro en el azul ciego de diciembre?
¿Cómo se dice el hierro de las jaulas está hecho de pájaro?
¿Cómo se dice te hallaré en el orden natural de las cosas?
¿Cómo se dice apriétame los dedos de la cuerda?
¿Cómo se dice árbol, imán de lo que vuelve?
¿Cómo se dice en nuestra piel envejecen los muertos?
¿Cómo se dice lo que sé es una llave inútil, pues no hay puerta?
¿Cómo se dice el niño aprende solo a no caerse de la cama?
¿Cómo se dice nieve negra con la que sueña el cuervo?
¿Cómo se dice ojos cerrados, cauce de lo invisible?
El animal que habita en las preguntas
Sé que respira
no porque lo escuchamos respirar
sino porque nos oye hablar de él
y que sale a beber como una estrella
el animal que sueña por las noches
y a cazar por el día y que prefiere
el animal que habita en las preguntas
que no tengan respuesta y que las haga un niño
al pasar junto a un río con su padre y que nos mira
el animal al que le falta una extremidad
desde un silencio frágil
de lapicero antes de sacarle punta. Mientras no
respondas seguirá con vida.
Información errónea
El poeta maneja información errónea.
Cree que le importa a alguien.
Cree que lo leerán un día en los colegios.
Cree que lo admirarán sus enemigos.
La luz de los veranos de su infancia
como la panza blanca de pequeñas ranas muertas
la guarda en la cajita de
un poema, el
poema en
un cuaderno, el
cuaderno en un cajón.
Se perderá allí dentro.
Aunque algún día lo publique
su luz se olvidará allí dentro y
nadie abrirá la caja de su noche secreta y
nadie sabrá lo que él quería.
Los poetas manejan datos falsos y apuestan.
Esa es su fuerza y su desgracia.
Sueño
Al agua la llamaban sed. Quiero
más sed. A la comida, hambre.
Dame hambre. Se nombraban las cosas
por algo que existía antes de las
cosas mismas, por el deseo
de las cosas. Menos la muerte,
todo perdió su nombre.
Al amor lo llamaban soledad:
el miedo a no tener lo que querían
lo nombraba también. Hazme
la soledad. El llanto era capaz
de encender una luz en el pasillo
y de hacer que los trenes no
abandonasen la estación. Por
no decir estación decían huida.
Espérame en la huida. Menos
la muerte, todo era abstracto
y primitivo. Al ruido
de las monedas en el suelo
lo llamaban trabajo. Al día, noche.
Y a la noche, sueño, sueño, sueño.
Raúl Nieto de la Torre nació en Madrid en 1978. Licenciado en Filología Hispánica y doctor en Literatura Española por la Universidad Autónoma de Madrid. Su primer libro de poemas, Zapatos de andar calles vacías (2006), fue traducido al francés y publicado en Francia con el título Pas perdus dans des rues vides (2008). También ha publicado, siempre en poesía, Tríptico del día después (2008), Salir ileso (2011), Los pozos del deseo (2013), Leopardo (2017), Una jaula vacía cerrada por dentro (2019), El retrato del uranio (2020), la plaquete Sinceridad de la Sombra (2022) y Piedra negra, piedra blanca (2022).
Como crítico literario ha firmado el ensayo El héroe de ficción y las ficciones del héroe en la obra narrativa de Luis Landero (2015) y artículos en revistas especializadas como Turia, Nayagua, República de las Letras o Crítica. Trabaja como profesor de Lengua castellana y Literatura.
1 Comentarios
Gracias, Cynthia, por tus palabras. No se me ocurre mejor recompensa para quienes trabajamos en la enseñanza que encontrar en el camino personas tan valiosas como tú.
ResponderEliminarUn abrazo.
Comentarios con educación y libertad