Con motivo del vigésimo aniversario de la publicación de mi poemario El patrimonio del aire, editado en Madrid bajo el sello del grupo de poetas Estruendomudo, tengo la alegría de compartir cuatro de sus poemas.
1.
Fui echado del
templo.
Ahora sorbo espacio.
El cuerpo es mi lugar,
se agolpa en un ansia
endeble y relamida.
Afuera soy desierto
y camino
y camino
sin trasluz, sin fervor
como arrinconado
en una esquina del pensamiento.
Cada mañana
sacrifico un cordero.
Es mi pecho.
Huele a azufre.
Mido la extensión
del olvido
sobre la arena tirana
y la luna de incendio.
Recuerdo el arco tenso del mar,
el aroma de los azahares.
7.
Viajo con la quietud de la maleta.
¿Adónde se derramaron
los mares del Sur?
¿Queda un islote?
¿Tienes la cintura florida?
Que un tambor anuncie
la arena fúlgida
para enterrar al
extranjero
que no pintó, que
calló su decir,
que se sosegará en la
brisa de los ojos tibios
sin lágrima, sin compañía.
El escorpión de un
fuego anida
donde se desploman
los cuerpos.
8.
Bebería
vodka,
vino verde
rakía que atempera el
sentido.
Pero mi padre está
muerto.
Y no cuento leyendas
al fogón.
No hay sauces en su
recinto,
hasta allí no llega
la luz de las farolas,
el bálsamo de la
lluvia. Contra él
se empaña el espejo donde vira el estío y sus
tardes.
13.
Nada guarda esta
calle para mí,
ni un millar de calles. Tengo los
titulares delante:
el suicida que interrumpió el expreso
de la mañana.
Un desfalco, un volcán, los vómitos,
un pichón del Turia en la bolsa de la
basura,
la boca astillada del hambre.
¿Seré el chiflado de la tribu? Que me
den un corazón,
y lo sellen. Un maderamen para flotar
sobre estas vías muertas.
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