estruendomudo fue, ¿es?, un grupo poético de 11 autores nacido en Madrid al calor de los cursos de Doctorado en Filología Hispánica de la Universidad Complutense. En 2003 –ahora han cumplido 20 años–, editaron (autoeditaron, costeándola a partes iguales) una Antología, con el mismo título que el nombre del grupo, de algunos de sus poemas y también algunos libros individuales.

El grupo se había empezado a reunir en 1997 para sostener una tertulia en el café Manuela y en El Colonial donde, propiciado por sus ambientes cálidos y en penumbra, charlaban, hablaban de muchos poetas que se recomendaban unos a otros, leían su obra particular, la comentaban, aprendían unos de otros, establecían vínculos. El grupo lo formaban poetas de diversas nacionalidades: Chus Arellano (España), Niall Binns (Gran Bretaña), Eva Chinchilla (España), Andrés Fisher (Chile), Marta Fuentes (España), Óscar Galindo (Chile), José Luis Gómez Toré (España), Viviana Paletta (Argentina), Samuel Serrano (Colombia), Gustavo Valle (Venezuela) y Steven F. White (EE.UU.), además de Ricardo Lobato que no apareció en el libro y un puñado de amigos poetas más que compartieron ambos espacios. “estruendomudo” remitía al verso de César Vallejo que los reunía. “Oh escándalo de miel de los crepúsculos / Oh estruendo mudo // ¡Odumodneurtse!”. En la Antología, que incorporaba sus fotos en la contracubierta, un dibujo a modo de logo servía de símbolo común: once pequeños trazos verticales. El artista autor de la imagen, Gianni Ferraro, manifestó que era la expresión de un niño que aún no habla y que en esos trazos se vuelca a la realidad, verdadero estruendo aunque mudo.  

estruendomudo fue hace dos décadas, ¿lo es todavía? ¿Se deja de pertenecer a un grupo nutricio inicial cuando uno se aleja en pos de su propia trayectoria poética? ¿No queda siempre algo de ese estímulo inicial en la deriva de cada cual? En la enseñanza –varios de ellos son profesores universitarios–, en la investigación poética que algunos realizan de forma sobresaliente, en la edición, en la práctica ininterrumpida de la escritura –también varios han incursionado en otros géneros literarios–… ¿Es que se borran del todo los lazos aun entre los que han dejado de encontrarse? ¿O más bien siempre existe una complicidad que los hace reconocerse en esos primeros pasos como creadores de poemas? No soy yo quien puede contestar, aunque esa pertenencia puede rastrearse veinte años después en muchos de ellos.

Unos pocos libros de pequeño formato, deliciosamente editados, monocolores, en un papel rústico y con cubierta en cartoné, son los sencillos objetos que revelan lo que sucedió entre ellos y la riqueza y variedad de las propuestas que nos han dejado.

Quiero que esta pequeña muestra (en el curioso orden alfabético invertido del original) valga como homenaje a aquellos autores que entonces eran más jóvenes, y también de celebración por los que empiezan, los que se pagan sus sueños, los que buscan lectores (yo, que he visto su enorme calidad, entregada a un puñado de parroquianos en un bar en una tarde, por ejemplo, desapacible, de lluvia). Sirva esta microantología de la compilación de 2003 como muestra de la fe en uno mismo y del amor por la poesía, la que nos dieron esos autores, la que nos siguen dando. Y a los que solo puedo rendir mi admiración y mi agradecimiento. 

 

  

Corrígeme en tu cólera, castígame en tu furor.

Líbrame para un larguísimo recuerdo de transgresión,

porque en la muerte nadie de ti se acuerda,

en el Seol, ¿quién te puede alabar?

Aniquila los límites de mi flujo y reflujo.

Bebe mi melodía, y el canto de mí mismo en tuyo.

No espero perpetuar la especie como mis enemigos.

Sólo deseo la divina retribución del deseo.

Sálvame para tu amor constante

en el cuero negro de una bestia del Edén.

con la serpiente tatuada sobre tus senos

y el azote de tu verbo,

cabálgame como una perfecta desconocida

acércate a mi rostro como una lágrima de sangre,

después asola mis ojos.

Hazme llorar y gemir

en tu cama celeste.

 

Steven F. White [De “Siete salmos penitenciales”]

 

 

Las estrellas son las mismas,

            brillan idénticamente

en los techos de todas las ciudades.

 

El viento empuja

carteles desconchados,

            sube pro calles donde vuelan

palomas grumosas

            agita las páginas del anciano

que lee en el parque.

 

            La lluvia es la misma

cuando lava las aceras

            y empuja la hojarasca

hacia esquinas ignoradas.

 

            También los árboles son idénticos:

Tiznados, heroicos, rotundos.

 

A lo largo de las aceras,

como una galería de columnas,

            sostiene a las ciudades

para que no se caigan.

 

Gustavo Valle [De “País oscuro”]

 

 

No es en la calma chicha donde se ensancha el mundo

ni amainando las velas como se enfrenta al monstruo,

nos grita el capitán que nos insta a entregarnos

a galopar las olas que fatigan la quilla.

 

Ah, de los insensatos que piensan que su nave

puede quedarse al pairo en mitad de las olas;

solo los que no temen al fragor de los vientos

descifran los caminos de la isla soñada.

 

En el palo mayor brilla el doblón de oro

que el capitán ofrece para el que vea las playas

y en la cresta más alta nos empuja el trinquete

para avisar qué vemos en la tiniebla espesa.

 

Pero ya a nadie engañan sus gastados señuelos

que prometen el goce de montañas de plata,

pues estos largos meses de cruentas singladuras

nos han ido enseñando lo que nadie confiesa.

 

Por eso cuando el viejo desafía la tormenta

y trepado en mesana lanza papeles rotos,

sabemos que no intenta trazar nuestra derrota

sino que esos papeles son fragmentos de un sueño,

ajada y sucia hoja que nos contiene a todos

y nos lanza sin rumbo contra el viento impetuoso.

 

Samuel Serrano [“Carta de marear”]

 

 

Nos alumbramos al amargo

amor del salitre.

Estamos en su boque.

 

Brilla el amasijo de un alma

en su perfume.

 

Reanuda su muerte

y su conversación.

 

- - - - - - -

 

Todo el que tiene cuerpo

tiene un árbol.

Y dos que se juntan, bosque.

 

La suavidad sumaria de la hoja.

El rostro informe de la lluvia

La tierra que se expande

como un pétalo

nocturno.

Un instante febril cuando el sol cae.

 

Viviana Paletta [De “Bosque”]

 

 

Deseos de hacer un largo viaje.

 

Tejías, destejías la vela de u barca, hecha de espumas, tejidas, tercamente destejidas por un océano de materia vegetal y sombría. Tú eras la playa, el timonel, la rama que reúne en un círculo a los vivos y a los muertos. Te sostuve. Me sostuviste. Fuimos cetro sin reino, estandarte de asolada justicia.

 

No hay regreso sin este regresar; esta pasión de nómada aprendida en la épica mínima del cuerpo.

 

Y tu risa corsaria que hace nuestra la escala de los mapas.

 

Y la conspiración de las mareas.

 

José Luis Gómez Toré [“nostoi”]

 

 

Si alguna vez me pierdo en Valdivia,

búscame en la feria fluvial, me has escrito.

Te he buscado en la feria fluvial

porque te me habías perdido

y al amanecer entre la gente que busca amor

arrancado del mar

no he visto tu rostro entre mil rostros

en la feria que fluye

sobre el río de todos los ríos.

 

Al atardecer,

Cuando los últimos pescadores se han marchado

y los pelícanos se acurrucan sobre su propio pecho,

he vuelto a buscarte en la feria fluvial.

La feria que fluye como el tiempo

a la orilla de un río verde.

Y en el breve instante en que el río se detiene

te he visto caminando hacia mi encuentro

con una música en los labios que sólo yo adivino

y mis brazos se extienden

como un par de lancinantes gladiolos rojos.

 

Al anochecer la feria fluye,

Los pelícanos regresan

y los pescadores dejan sus vasos de vino en la taberna

seguro ha de ser porque todo sucede

a la orilla del río de todos los ríos

del amor arrancado del mar aún temblando.

 

Óscar Galindo [“Fluvial”]

 

 

 

Me miro y no tengo recuerdos.

Un árbol congelado lentamente,

no recuerda.

 

Muchacha leyendo

con tu perfil desnudo

feminizas la hora

de esta dura sobremesa.

 

Pequeño Boj,

toda hecha de cabellos,

el libro,

como un ave cogida entre las alas.

 

Este ritual tuyo

enternece mi idea;

tierno el convencimiento

de ser

            yo misma

un puro recuerdo,

leído por ti, ahora.

Tú, que sostienes el libro

Como un niño que sostuviera por primera vez

            el espejo.

 

Marta Fuentes [“Música sencilla. 23-08-02”]

 

 

i.

Sabe Héctor, domador de caballos, que morirá junto a la muralla y que Troya, la de anchas calles, sucumbirá a los aqueos.

 

Sin embargo, lucha sin descanso llevando el terror a los argivos sin que le amedrente el cumplimiento del hado.

 

ii.

Ignora Ayax Telamonio, antemural de los aqueos, que serán las armas de Aquiles las causas de su locura y su descenso al Orco.

             

Lo ignora y terrible en la pelea, hace estragos con su lanza y arroja piedras que dos hombres levantar apenas pudieran.

 

iii.

Sabe Aquiles Pélida, hijo de una diosa, que si combate entre los muros de Troya su vida será breve y no cruzará de regreso el ponto.

 

Al no haber escapado al hado disfrazado de mujer, se solaza destruyendo las falanges teucras mientras medita en su corazón crueles acciones.

 

iv.

Ignora Ulises, asolador de ciudades, que diez años de trabajos seguirán a la década consumida en la llanura troyana.

 

Ignora que errante por el ponto, los bajeles sucumbirán bajo sus pies y que al regresar a Itaca, aun otros trabajos esperarán a su ingenio infatigable.

 

 

Andrés Fisher [“Variaciones y anotaciones sobre

fragmentos de la Iliada de Homero”]

 

 

Voy a soltar

este pequeño bello insecto

ante tus ojos.

Concéntrate , únicamente

en evitar

su nombre.

No dejes que se pose

en tu mente

¿te resulta difícil, porque está vivo?

¿te resulta menos bello?

¿qué tanto de belleza voló junto a su nombre?

 

¿y qué tanto de ti, qué tanto de tu cuerpo?

 

 

Has entrado en el silencio de la mariposa

en el músculo

de su vuelo.

 

Eva Chinchilla [“Habla el olvido”]

 

En las costillas de una vaca muerta

que yace panza arriba, las tripas descubiertas

por los picos de otros carroñeros

se posa una pareja de urracas.

 

Miran, atentas, a su alrededor

–la lascivia  del hambre está en sus ojos–

y de un brinco descienden

al fondo pestilente del cadáver

 

Un hombre caminando por el campo

oye los alaridos de placer

el batir furioso de las alas

y sabiéndose cómplice, sonríe

 

Siente palpitar en sus adentros el impulso

de hurgar en las entrañas de la vida

De tanta emoción le tiemblan las manos

La risa tonta se le escapa de la boca

Gozad de vuestra alegre primavera

 

No sabe si es alegría lo que siente

 

Niall Binns [De “7 urracas”]

 

1.      cómo acercarse a ella

2.      el rapto de la cercanía

3.      triunfo del venir

 

1. cómo acercarse a ella

 

la cercanía sufre tres argumentos:

 

            el de lo verde esmerilado

            el de la x por la que se pregunta

            y la cabeza del bautista

 

al primero se le contesta con la fábula de la yaba

el segundo tiene respuesta aquí

y al tercero aún se le anda siguiendo la pista,

aunque parece que se trate de un contraargumento

 

todos tienen su bajada y su subida

 

 

2. el rapto de la cercanía

 

(subida al argumento de la x)

 

raptor cubicular

octógenas las esquinas

una paralela paralela

otro espacio otro tiempo;

vienes a buscar lo

incógnito con una

pregunta de grillo

 

(labajada)

 

A lo último: no respuestas

A esa paralela: un cuchillo

A las ocho esquinas: un solo ángulo afilado

 

 

3. triunfo del venir

 

(madera de yaba)

 

no es de lo árboles mi cercanía,

carece de hojas (pues no es de mentira

la huella verdemar) y sube a las copas

para no mirar nada

                                   con mirarse

el círculo de anillos de las manos

mi cercanía piérdese en vosotros

porque pasar no puede la corteza

 

me bajo del árbol

de madera de yaba,

miro la hierba,

 

yazgo.

 

Chus Arellano [“la cercanía (pataleta metafísica

en tres argumentos y dos respuestas)”]