Un canto feminista, una novela homenaje a Concepción Arenal.
Tremendo
libro, precioso libro, pura literatura. Conjuga datos históricos (ya sabemos,
la literatura cuenta la vida privada de las naciones), personajes reales y
ficticios, cartas escritas por Concepción Arenal y textos de canciones
populares gallegas escritas por la autora, como si fueran tradicionales, tras
haber consultado el Cantigueiro Popular da Limia Baixa, de Xoaquín
Lorenzo. Hay también poemas de Rosalía de Castro e historias
míticas, como la de Pepa Loba (Pepa Loba, Pepa Loba, / bien te quiere
don Ramón, / en prueba de su cariño, /serás hija en adopción). Todo ello
cosido con primor, con amor a la literatura, con frases poéticas y un estilo
depurado, sencillo, que rezuma amor por las mujeres. Un canto feminista, un
libro de homenaje a una mujer, Concepción Arenal, que abrió camino para mejorar
las condiciones de vida de las cárceles y que luchó contra el esclavismo,
vigente en España a finales del siglo XIX. Es la plasmación de un espíritu de
cambios, de lucha contra las injusticias, de todos aquellos ciudadanos que han
discurrido con juicio, como diría Galdós, de los que sueñan con otra forma de
vivir, y que tiene una tradición tan larga como la España cavernaria, pero
siempre acallada por los que detentan el poder, como decía Don Benito en los Episodios
Nacionales: “¡Que un país, donde hay sin fin de hombres que discurren con juicio,
y sienten en sí mismos y en conjunto el malestar hondo de la Patria; que una
nación europea y cristiana esté en manos de esta cuadrilla de politicajos por
oficio y rutinas abogaciles, hombres de menguada ambición, mil veces más
dañinos que los ambiciosos de alto vuelo! Si algo pudiera contra ellos, los
barrería como barro esta sala, regándolos antes para no levantar polvo, y
mezclados con serrín los metería en su más adecuado sumidero, que es el eterno
olvido. (Amadeo. Episodios Nacionales. Capítulo IX).
Siempre
pierden los mismos. Y si estos mismos son mujeres, más. Por cierto, el mitin
anterior que se casca Galdós lo pone en boca de una mujer, la vieja Mariclío.
Porque este libro va de mujeres, las consideradas malas mujeres de la época,
casi todas ellas prostitutas por obligación y hambre, alguna asesina por
injusticias cometidas contra ellas o condenadas injustamente, analfabetas,
tratadas como borregas en el sistema carcelario, sin afán de redención.
Esta
novela, publicada en gallego por la Editorial Galaxia, sale ahora, traducida
por la propia autora al castellano, en la editorial Xordica. Está estructurada
en tres partes: La galera: Coruña, 1863; Lágrimas de sangre: 1864; Las espinas
del tojo: 1865. Tres años, el tiempo en que Concepción Arenal fue nombrada
Visitadora de la cárcel La Galera, en A Coruña hasta que la destituyeron,
enfrentada a los poderes fácticos, alcaldes, alcaides, monjas carcelarias, “los
politicajos de menguada ambición”… esfuerzo infructuoso apoyado también por
otro personaje real, Juana María de Vega, condesa de Mina, liberal,
represaliada como su marido y que vivió tiempo en el exilio. Particularmente no
la conocía, y merece la pena acercarse también a ella, a esa forma de pensar, tal
y como plasma el libro, más liberal en usos y costumbres que la propia
Concepción Arenal. La antagonista, por decirlo de algún modo, de ambas mujeres
es Sisca, personaje literario, una cría de apenas dieciséis años encarcelada
que va desgranando su historia a lo largo del libro y que es redimida por la
educación. Entre medias de estas tres mujeres, considerémoslas protagonistas,
florecen personajes secundarios, presas y carceleras, o amigas de Concepción
Arenal, que componen un ramo coral, con una esencia común: la situación tan
desventajosa de la mujer, dentro o fuera, prisionera o libre, redentoras o
redimidas.
Concepción
Arenal llega a Coruña cuando es nombrada Visitadora de La Galera, y así nos
cuenta la autora su impresión:
“Es
fácil enamorarse de una ciudad como Coruña; para la Visitadora la contemplación
del mar podría sustituir a la comida. Salir de casa, caminar por el baluarte
del Parrote, el aire batiéndole en la cara, aventando obsesiones. Sin embargo,
mal contaba al llegar a la ciudad encontrar una situación tan penosa. Desde el
año del cólera la pobreza era mucha, los mendigos llenaban las calles, por las
noches se los veía durmiendo en las escalinatas de las iglesias. Lo prueba la
ordenanza municipal que prohíbe pedir limosna en las calles, caminos, puertas
de templos y casas. Con frecuencia las prohibiciones certifican la realidad, o
así cree la Visitadora. La vecindad de Coruña, como la de toda Galicia, da pan
a quien viene pidiendo por la puerta, es una antigua costumbre y ojalá no
mude”.
A través del
libro nos deja entrever, como el párrafo anterior, lo que era la Galicia de
aquella época, la rural, la Galicia profunda. Con ella la contraposición
también entre conservadores y liberales, y sus esperanzas por mejorar las
condiciones, en particular el de las presas, con sus estrategias para salvar
obstáculos, como la creación de la Sociedad de la Magdalena, la alfabetización,
el dinero que invierte en comida y medicinas, sobre todo para los hijos de
reclusas que malviven con ellas en la cárcel.
“Todo
cuanto se dice o se escribe sobre prisiones, muere sin eco en el vacío de la
indiferencia: el público no se ocupa de los criminales más que para pedir que
se castiguen cuando la frecuencia de los crímenes hace que los teman. Quien en
materia de prisiones pide favor a la justicia no halla quien le auxilie, y ni
la ignominia avergüenza, ni la maldad irrita, ni escandaliza el escándalo.
¿Para qué denunciar males que no han de remediarse, que no han de escucharse
siquiera? Cuando el poder y la opinión están igualmente sordos, las voces que
se alzasen para denunciar abusos se parecerían a los ayes de debilidad o a los
gritos de despecho. Callemos pues. Este silencio es dificultoso. Cuesta trabajo
creer que cuando la razón grita tan alto, no ha de haber quien la escuche y
atienda, y sucede al escribir de las prisiones como al visitarlas, se contrista
el ánimo al contemplar tantos males y no poder llevar remedio a ninguno”.
La
capacidad de ensamblar la situación social, la cultura popular, representada
por Rosalía de Castro y las leyendas que aparecen en el libro, las cartas de
Concepción Arenal y la parte creativa, produce una unidad literaria nada
desdeñable, con un lenguaje que a veces asoma más que enseña, donde es tan
importante lo que deja entrever como lo que cuenta. Unos personajes se nos
presentan en tercera persona, otros en primera, alternando en los capítulos
para poder seguir distintas historias que complementan la principal.
A
mi entender, los premios que se le han concedido por la novela están más que
justificados. Esta bióloga, profesora y catedrática de la Universidad de
Santiago de Compostela, escritora, ensayista, poeta, es también miembro de la
Real Academia Gallega. Aunque nació en Madrid, ha escogido el gallego como
idioma de su expresión narrativa. Muchos méritos tiene Marilar Aleixandre.
[As malas mulleres, de Marilar Aleixandre,
ha recibido los reconocimientos: Premio Blanco Amor 2020. Premio Nacional
de Narrativa 2022 en idioma gallego.]
Carmen Peire (Caracas, Venezuela) tiene publicados tres libros de
relatos: Principio de Incertidumbre, Horizonte de Sucesos y Cuestión de tiempo. Tiene una novela
titulada En el año de Electra y se ha
encargado de la edición de obras de Max Aub, como Juego de Cartas, El
manuscrito cuervo y Luis Buñuel,
novela, esta última inédita y por encargo de la hija de Max Aub. Colabora
en Infolibre (Diablos Azules) y la
revista Quimera, realizando reseñas
de libros. Está especializada en talleres de escritura creativa para jóvenes.
Pertenece a la Asociación Estatal de críticos literarios y a la Asociación de
Mujeres Escritoras e Ilustradoras, AMEIS.
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