Me embarqué en este poemario de MARU BERNAL y lo leí de un tirón, disfrutándolo mucho, como el propio viaje en el espacio y el tiempo que nos propone. Me ha encantado cómo se recrean las viejas, arcaicas, sensaciones, los sonidos y aromas… y la vuelta y reinterpretación que la autora le da a aquel mundo y a los mitos, a veces con elementos contemporáneos y hasta anacronismos (el botox, los surfistas, sus neoprenos o la invasión turística de las islas hasta que cae la tarde). La palabra resuena como en “Lorquiana Eco” y en tantos lugares del texto, rico en imágenes poderosas, como en ese regreso de Caos, cansado y anciano, ante Gea. Hay también una gran sensualidad del cuerpo, del deseo, en el poema a Dafne, o en Dánae en la noche, o Helena en “La partida”. Está también ese inconfundible Mediterráneo natal de esta poeta catalana, de fondo, como un ambiente que se palpa o que se describe con la precisión de esa isla en XIV, p. 103. Mucha belleza en Sacrificio I, en las imágenes que elige, en la elegancia descriptiva. Versos tan certeros como “Insuficiente arrojo resultó ser el de la vida” o “temida vejez, bendito anonimato”. Y esa piazza del siciliano en la tarde: “Sobre la mesa de mármol gastado su viejo ejemplar del Gatopardo”. Mucha belleza en estos poemas. Una alegría haberme sumergido en él.