Nos pasamos la existencia haciendo conjeturas: ¿Y si hubiera estudiado esto en vez de lo otro?  ¿Y si hubiera tenido un hijo? ¿Y si hubiera entrado a trabajar en tal sitio? No sabemos si nos arrepentimos más de lo que hemos hecho mal o de lo que no hicimos, pensamos a veces que escogimos un camino equivocado o al menos el que menos nos convenía, o como decía Italo Calvino en Las ciudades invisibles: “Los futuros no realizados son solo ramas del pasado: ramas secas”.

Pero hay también conjeturas científicas sobre las que han ido avanzando los conocimientos. Echando la vista atrás, volviendo a un pasado muy, muy remoto, se hizo una conjetura sobre las pinturas paleolíticas: ¿Por qué había que presuponer que fueron hombres y no mujeres quienes las pintaron? Parte de esta conjetura pareció resolverse cuando arqueólogos franceses llegaron a la conclusión de que todas las manos halladas en las cuevas paleolíticas europeas eran femeninas, y con ello se abrió un nuevo campo de exploración. Pues bien, existe una conjetura reciente que puede cambiar el enfoque en investigaciones futuras: la conjetura Zaslavsky. (Zaslavsky, Claudia (1999). Africa counts: number and pattern in African cultures, (3ª edición). Lawrence Hill Books.) 

Un pequeño hueso de apenas 10 cms. de largo, el hueso de Ishango, el peroné de un babuino encontrado en el Congo, ha sido cifrado en 20.000 años de antigüedad y contiene toda una serie de muescas que hasta hace poco se consideraban adornos, hasta que Claudia Zaslavsky la etnomatemática empeñada en demostrar lo que África cuenta (en un doble sentido), analizó en detalle las muescas, 168 incisiones transversales separadas entre sí de modo que puede ser una contabilidad de 6 veces 28 y conjeturó que podía ser un cálculo matemático, mucho más antiguo que los dibujos o la expresión escrita. Pero no solo eso, ella lo relacionó con los periodos menstruales, con una necesidad de contabilizar el tiempo de los embarazos. En unas comunidades nómadas, los riesgos del parto no eran lo mismo si se hacía al aire libre o en una cueva, con lo que resultaba vital llevar ese cálculo. Así empezó la conjetura: ¿Y si resulta que las primeras matemáticas de la antigüedad fueron mujeres?


Hueso de Ishango                                              

La novedad de esta conjetura es que orienta la investigación de las muescas y adornos paleolíticos encontrados, hacia la búsqueda de series de 28, 29 o 30 y, al parecer, por lo que están investigando matemáticos junto a arqueólogos, esta variación de muescas y señalizaciones se han encontrado con estas mismas variantes, en cuevas paleolíticas de todas las partes del mundo, desde los hombres primitivos que partieron de África. Así el colgante D’Enfer, en Francia, presenta las mismas muescas en paralelo en ambos bordes y el colgante de Morín, hallado en Cantabria, está grabado con una serie armónica de unas 30 muescas transversales en paralelo.

El investigador González Redondo cree que una colección de piezas halladas en Altamira viene a corroborar la conjetura Zaslavsky. (https://theconversation.com/la-conjetura-zaslavsky-y-si-los-primeros-matematicos-fueron-mujeres-109202.) Los llamados colgantes de Altamira, unos adornos femeninos que tienen muescas, son una expresión compuesta por ocho unidades. ¿Se pretendía contar los embarazos, los ocho meses si se contabiliza desde la primera falta? Las placas tienen una misma decoración, todas con grupos de trazos en torno a los treinta.

            Lo que antes se consideraba meramente colgantes femeninos, o adornos femeninos, adquiere ahora otra dimensión: son tablas de cálculo. Y parece ser que este cálculo matemático se daba ya en África hace 70.000 años.

Por ahora todo son conjeturas. Habrá posiciones a favor y en contra, pero el verano pasado en el que asistí a la charla de un matemático, profesor de la complutense que colabora en las investigaciones de la cueva de Altamira, fue más allá. Él opinaba que, además de ser las mujeres las primeras matemáticas en la historia de la humanidad, lo más lógico es que el cálculo lo llevaran a cabo las mujeres mayores de cada comunidad, precisamente las abuelas que habían sobrevivido, las que tenían más experiencia y podían calcular los embarazos de otras y preservar que el momento del parto fuera en una cueva. Fascinante.






Carmen Peire (Caracas, Venezuela) tiene publicados tres libros de relatos: Principio de Incertidumbre, Horizonte de Sucesos y Cuestión de tiempo. Tiene una novela titulada En el año de Electra y se ha encargado de la edición de obras de Max Aub, como Juego de Cartas, El manuscrito cuervo y Luis Buñuel, novela, esta última inédita y por encargo de la hija de Max Aub. Colabora en Infolibre (Diablos Azules) y la revista Quimera, realizando reseñas de libros. Está especializada en talleres de escritura creativa para jóvenes. Pertenece a la Asociación Estatal de críticos literarios y a la Asociación de Mujeres Escritoras e Ilustradoras, AMEIS.