Desde el punto de vista
estrictamente cinematográfico pocas cosas buenas se pueden decir de Palmeras en la nieve, salvo en lo que
concierne a la producción, la fotografía y la música. Lo demás se hunde en las
más bajas cotas de la incompetencia no sólo artística sino también técnica. Lo
peor por supuesto se lo lleva el argumento y su desarrollo, plasmado en un
guión que es poco más que un conjunto mal enlazado de escenas que trata de
contar la increíble peripecia de un personaje estereotipado, más digno de un
recortable de la Señorita Pepis que de cualquier relato que se precie, desplazado
a Guinea Ecuatorial a investigar el tormentoso pasado de su familia. Entre los
muchos despropósitos del filme destaca sobre todos la “interpretación” de los
actores, quienes nos ofrecen un corto catálogo de gesticulaciones faciales y
corporales propio de una función escolar de fin de curso para desesperación de
un sufrido espectador que ni siquiera puede encontrar consuelo en la simpática
sonrisa de un Emilio Gutiérrez Caba que se limita a entregarnos un trabajo
mediocre (y no precisamente por su culpa).
Pero lo que me interesa
destacar de esta cinta (no entraré a comentar el libro que le sirve de base,
pues no lo he leído) es la operación de descontextualización histórica que
lleva a cabo respecto a la realidad guineana de la época. Recordemos que la trama
se centra en los años que van de 1955 a 1968, año de la independencia del país.
Y este no es un tema menor si las andanzas de los protagonistas se trasladan a
un escenario y a un tiempo desconocido para el espectador, pues éste acaba por
no comprender nada o casi nada.
Palmeras en la nieve nos presenta una Guinea en la que no parece existir
control militar por parte de la metrópoli y en la que las fuerzas coloniales de
orden público brillan por su ausencia, si bien cuando se adentra en el proceso independentista
no cesa de mostrar soldados guineanos violentamente hostiles contra la
población civil. Por otro lado, tampoco se alude en ella en ningún momento a las
expropiaciones forzosas de las tierras de los naturales del país en favor de
españoles y otros europeos, a pesar de que la Ley de Expropiaciones es apenas
siete años anterior al del inicio de esta apasionante historia; del trabajo
forzado de los africanos no se nos informa; del maltrato hacia ellos, tampoco; de
su resistencia a ese trabajo forzado y al maltrato, por tanto, mucho menos; la desigualdad
jurídica entre europeos y africanos parece que no era un dato relevante para los
autores del filme (entre los que incluyo a productores y financistas varios), a
pesar de que ello suponía por ejemplo que el asesinato de un negro a manos
de un blanco se castigara solo con la deportación, siendo la ley mucho más
severa (como el lector se podrá imaginar) en el caso inverso; desigualdad
jurídica que se sustentaba en la imposición de la incapacidad civil de la
práctica totalidad de la población guineana, la cual era considerada legalmente
como menor de edad. De esto, por supuesto, la película no se ocupa en absoluto.
El exilio de miles de personas por su actividad política es para nuestros
cineastas una fruslería indigna de ser referida; esa misma actividad política
(independentista casi toda ella), una anécdota sin trascendencia; la represión que
llevaba hasta el propio asesinato de los líderes más destacados de la oposición
guineana al régimen colonial, ni está ni se la espera; etc., etc., etc. Y el
“olvido” más importante: que Guinea, como parte que era de España, vivía bajo
una más que ruda tiranía militar; de ello, ni el más leve asomo.
Tampoco se nos dice nada
del proceso que llevó a Guinea a convertirse de un territorio colonial a dos
provincias españolas, luego a un territorio autónomo y de ahí a la
independencia. Toda esa cadena de acontecimientos está completamente ausente y
por eso el espectador no puede comprender algunos de los episodios que se le
muestra en pantalla, por no decir muchos. Pero no solo eso, sino que se quiere
dar la impresión de que la independencia fue un proceso violento, cuando no lo
fue en absoluto, entre otras cosas porque el gobierno español y el gobierno autónomo
guineano acordaron dicha independencia, bajo control, si no dirección del
primero (la violencia vendría unos meses después de la emancipación tras una
crisis diplomática que derivaría en una purga política contra ciertos líderes que
estorbaban al primer presidente del país, Francisco Macías); parece, sin embargo,
que les era necesario a los responsables de este producto cinematográfico
subrayar que los africanos, cuando se gobiernan por sí mismos, se muestran tal
como presuntamente son: unos salvajes; y esa es la imagen que nos proporciona
el filme, sea en su versión amable en sus aldeas danzando bailes tradicionales
o sea en su versión más brutal, blandiendo amenazantes armas de fuego.
No obstante, el salvajismo
de las autoridades españolas y de algunos (o muchos españoles y europeos) se
ignora casi por completo. Tan sólo una violación (en la que participa un
español que “no sabía lo que hacía”)
y unos latigazos que el protagonista propina a uno de sus trabajadores en un
momento de ofuscación.
Así, del suplicio que
vivieron por poner un ejemplo personas como Acacio Mañé, uno de los pocos
guineanos con cierta fortuna, miembro del Patronato de Indígenas (la
institución que tutelaba a la población guineana, casi toda ella menor de edad
legalmente, reiteremos), líder del movimiento independentista, detenido el 28
de noviembre de 1959 (uno de los años comprendidos en el transcurso de la
historia de este filme), y muerto por las torturas sufridas a manos de las
fuerzas de seguridad españolas, no quiere saber nada esta cinta.
En fin, no se puede exigir
que toda película que transcurre en el pasado sea un tratado de historia, ni
que guarde un rigor absoluto con el consenso historiográfico, pero lo que
parece inadmisible son las operaciones burdas de tergiversación histórica que,
además de engañar al espectador sobre lo sucedido, le privan de las mínimas
claves que le permitan comprender en qué contexto social, económico, político,
en definitiva humano, se desarrolla una trama, y por tanto comprender el propio
relato y sus personajes.
Título. Palmeras en la nieve
Dirección: Fernando González Molina
Guión: Sergio Gutiérrez Sánchez (basado en una
novela de Luz Gabás)
Fotografía: Xavi Giménez
Música: Lucas Vidal
Intérpretes: Mario Casas, Adriana Ugarte, Macarena García, Alain Hernández, Berta Vázquez, Emilio Gutiérrez Caba, Celso Bugallo, Laia Costa, Fernando Cayo, Ramón Aguirre, Emilio Buale, Mulie Jarjú
País y año de producción: España, 2015
0 Comentarios
Comentarios con educación y libertad