¿Podemos considerar que hacer lo que necesitamos es bueno?

Si, por ejemplo, dormir o comer se nos imponen como necesidades; entonces, hacemos el bien cuando cumplimos con ello y, en cambio, actuamos mal si no las satisfacemos. En tal caso, resulta que hay un deber en la necesidad. (Supongo que tal obligación moral se funda en la opción de posibilitar la propia vida y tal…)

Mi hija cumple con esos deberes hacia sí misma a la perfección. En este sentido es absolutamente virtuosa.

Además, por si fuera poco, expresa gran alegría al comer, incluso en los preparativos, cuando ve el biberón o la papilla hechos; y también en el momento en que está ya acostada y le doy el chupete para dormir. Da gusto ver qué alegría siente cuando se dispone a cumplir con su obligación.

Para mi hija no parece existir diferencia entre deber y felicidad –como dos caras son inseparables de una hoja–; para su forma de vivir, no sólo el remedio de lo que necesita, la necesidad misma es fuente de placer.

Imagino que alguno la tachará de hedonista (eudemonista, dicen los entendidos). Aunque pienso que, de la misma manera, se podría decir que practica el rigorismo moral (no admite con gusto excepciones a la norma que he señalado).

 

Eso sí, no parece que lleve cuentas de sus actos; de manera que se muestra insensible al concepto de mérito.

Por eso mismo, no espera recompensa, no cree que hacer el bien comporte una consecuencia beneficiosa más allá de ello mismo. Realizar algo virtuoso y placentero, satisfacer (y esta palabra en sí indica ya el goce), satisfacer sus necesidades es una acción que se agota en sí misma. Como un tiempo cerrado y pleno, intransitivo y propio.

Añadiremos a continuación el juego, la expresión libre, la comunicación, el intercambio, el aprendizaje, la experimentación, el descanso, el cambio de actividad…

¿Nace de ahí, desde esa ética, una política? Pienso que sí, casi hermana de las matemáticas…

 

  

(5 abril 2010)