Cuando "El puente" llegó a las pantallas en marzo de 1977 a Juan Antonio Bardem le llovieron reproches por todos lados, tanto desde la crítica presuntamente progresista como de la, no tan presunta, reaccionaria. Y cierto es que probablemente no sea ésta la mejor obra de Bardem desde un punto de vista estrictamente estético y no desprenda el brillo de, por ejemplo, "Muerte de un ciclista", "Nunca pasa nada" o "Calle Mayor", pero sigue revelándose hoy día como una de sus obras más interesantes y emotivas. Una de las razones que contribuyen a ese interés es seguramente el momento histórico en el que está concebida, con el general Franco recién fallecido, por tanto en plena crisis politica, y sumido el país en una lacerante depresión económica, lo que propició un nuevo y crudo enfrentamiento entre la burguesía y las clases trabajadoras.

Durante los años previos, el Partido Comunista de España, a cuyos órganos de dirección perteneció don Juan Antonio, diseñó una estrategia bien clara, en la que cupo la táctica sindical del entrismo, es decir, la implicación de los militantes comunistas en los órganos sindicales de carácter vertical que había impuesto el franquismo (y que seguían sobreviviendo en la España de 1976 y 1977), para por un lado hacer valer su fuerza, por otro, dejar patente la absoluta inoperatividad del sindicato vertical; y por último, organizar a la clase trabajadora utilizando para ello una práctica sindical novedosa: las "comisiones obreras", un movimiento laboral a la sazón carente de aparato burocrático que se alzaría como un actor capital en la historia política y social de la España de la segunda mitad del siglo XX. Bardem, fiel a sus compromisos (al igual que hubo hecho en "La venganza", defendiendo con ella la política del P.C.E. de "reconciliación nacional", tras el abandono de la lucha armada en los años cincuenta) lanzó esta especie de "panfleto" propagandístico en pro de la lucha sindical que, utilizando un lenguaje cinematográfico popular, unos códigos propios de la comedia española, del landismo concretamente, podría hacer comprender a los trabajadores que no era el momento de evasiones, ni de evasivas, sino de implicarse en esa estrategia de afianzamiento de la clase obrera ante un panorama político-social que iba a repartir nuevas cartas. Probablemente "El puente" no fue la obra capital de propaganda que le habría gustado a la intelectualidad más "chic" próxima al Partido Comunista pero a fin de cuentas tampoco iba dirigida a ella, sino a quienes en aquel momento hacían arder la calle en los barrios obreros: a los propios trabajadores. Fue seguramente, desde ese punto de vista, un "panfleto" más. Pero eso sí, fue y es mucho más que ese simple panfleto político que algunos críticos de uno y otro lado quisieron ver entonces. El mérito de este filme reside precisamente en que trasciende su pretendida función política para convertirse en una obra que perdura, y perdura por su calidad artística, por su compromiso humano, por la calidez y sinceridad de los personajes y por lo insoslayable de su contenido, más allá de la coyuntura en la que fue concebido. Y es que Bardem nos recuerda una vez más la máxima aristotélica de que el ser humano es un "zoon politikon", un ser social, sosteniendo con su relato que no podemos vivir aislados de nuestros semejantes, que todo lo humano nos afecta, sobre todo el sufrimiento que nace de la injusticia y de la opresión de los injustos, y que sólo cabe como postura ética y coherente ante ello la transformación social en unión con el prójimo. Bardem no habla de otra cosa, por tanto, sino de la hermandad.

Pero si por algo llama la atención esta cinta no es por su alegato, el cual, como no podia ser de otra forma, ha sido ya en numerosas ocasiones defendido desde hace muchos siglos por infinidad de autores. Si "El puente" es aún digna de recuerdo es, entre otras cosas, por la opción cinematográfica elegida para acercarnos sus tesis. Estamos con esta obra ante una operación cinematográfica, o quizá sea mejor decir metacinematográfica, de sumo atractivo, cuyo máximo responsable no es tan solo Bardem sino también el actor protagonista del filme, Alfredo Landa. Y es que "El puente" toma los códigos del tan manoseado y atropelladamente circunscrito landismo, en realidad de la comedia popular española de los sesenta e inicios de los setenta, secuestrando al personaje arquetípico que da nombre al fenómeno, es decir a "Alfredo Landa", una figura a priori hedonista, obsesa sexual (cuando no objeto sexual de extranjeras y nacionales), patriotera y ajena a los problemas sociales que le rodean, machista por lo general y casi siempre macho, juerguista, malencarado, etc., etc., etc., que quería encarnar al prototipo del español de la época, y le da la vuelta como un calcetín paseándole por media España, por esa España de 1976 en la que las estructuras políticas, sociales y represivas del franquismo seguían aún casi intactas y en la que, sin ir más lejos, el propio Partido Comunista aún era ilegal, una España que no aparecía en absoluto en la cartografía del cine landista.

"El puente" comienza de hecho como una película plenamente "landista" (una joven atractiva que se pavonea por la calle saboreando un helado de rasgos obscenamente fálicos es piropeada por los empleados de un taller mecánico) y se va transformando poco a poco en una película "antilandista", con la preciosa colaboración, reitero, del propio Landa, con todo lo que esta metamorfosis estructural e icónica soporta de ideológico. Bardem hace transitar de hecho, a través de esta operación, mediante el personaje de Landa, a ese arquetipo español desde el franquismo hacia una España nueva; de la parálisis al cambio, de un país parido en una guerra civil a otro que había de superar los cuarenta años de "Victoria" y que habría de nacer de las clases trabajadoras. Es ahí, en esa utilización de ese modelo de cine popular (denostado a veces con demasiada ligereza por el aparato intelectual español, de la misma forma que se denostó "El puente"), donde Bardem arriesga y gana, cobrándose así no solo el favor popular, que lo alcanzó en su momento, sino llevando a su público adonde quería tenerlo, al calor de unas tesis que, siguen siendo plenamente válidas cuarenta y cinco años después.

 

                                   Alfredo Landa junto a otros actores del filme
 


"El puente"

Director: Juan Antonio Bardem.

Guión: Juan Antonio Bardem, Javier Palmero Y Daniel Sueiro (basado en relatos de este último).

Principales intérpretes: Alfredo Landa, Pilar Bardem, Francisco Algora, Germán Cobos, Álvaro de Luna, Manuel Aleixandre, Simón Andreu, Fernando Sánchez-Polack, José Lifante, Antonio Gamero.