En esto mi hija tampoco es original, su comportamiento lo he observado en todos los niños de pocos meses y es común hasta incluso pasados varios años. Se trata de una propuesta algo drástica, maniquea casi, que podríamos definir así: familiaridad con los conocidos, prudencia con los demás.

            Los niños inician su autonomía en la relación continua con su madre y su padre: no sólo los miran, los buscan, les dan palmadas; se acercan esperando el roce y la caricia; celebran ser levantados y acunados; apoyan su cabeza sobre el hombro para reforzar los lazos, etcétera. Pasan luego a retirar la ropa que nos cubre para fijarse en nuestro cuerpo: un grano o un lunar, por ejemplo, llaman su atención; meten sus dedos en nuestra boca o los agujeros de la nariz; nos apartan sin miramientos si no nos necesitan. Hay franqueza, diríamos, en su trato: no fingen, no hay en ellos ni medias tintas ni adulación, aun cuando nos dediquen sus zalamerías. Uno no se engaña nunca respecto de lo que sienten por nosotros, por la elocuencia de los movimientos que realizan con todo el cuerpo.

            Con los extraños, en cambio, cunde la prudencia. Un niño a veces no le hace el menor caso o, por el contrario, no sabemos por qué, lo examina con minuciosidad; no obstante, se contiene y no lo toca; lo observa, pero sin inmiscuirse, ya sea en su cuerpo, su ropa o sus pertenencias. Fácilmente adivinamos lo que quiere el crío, vemos su deseo suspendido, sus expectantes ganas: las manos abiertas hacia lo irresistible, los ojos pendientes del menor signo de autorización que pudiera recibir. Es un deseo puro. Sin embargo, su insatisfacción no le provoca sufrimiento. El niño conoce espontáneamente el respeto que le es debido a toda persona; en la oscuridad lúcida de su conciencia, sabe ya del derecho del otro a ser como es, y a poseer lo que tiene.

            No está mal para empezar, le digo a mi mujer.

Y ella la acaricia. Dentro de un poco, nosotros seremos los que tenderemos la mano hacia nuestra hija, esperando un gesto de asentimiento suyo para cogerla en brazos, acariciarla y comérnosla a besos. 

 

  (14 marzo 2010)