A mi hija no le interesa la fama; es algo manifiesto.

        Aunque a veces acude a nosotros y apoya su cabecita en la nuestra, lo hace para comprobar que todo sigue bien. Porque es sólo un momento; enseguida se dirige a su verdadero interés: una nueva búsqueda, o un hallazgo de ayer que sabe adquirido pero desea confirmar.

        Salvo por ese momento de debilidad, comprensible en una niña tan pequeña, está claro que prescinde fácilmente, incluso con alguna manera brusca, de nuestros juicios.

 

 

(7 febrero 2010)